miércoles, 4 de mayo de 2011

Partes del fuerte: Las puertas I


Sí, las puertas. Es que las puertas de estos edificios no eran una simple abertura en un muro. Eran algo más complejas. Algunas incluso de una sofisticación diría que casi...¿diabólica?. Lo de menos en sí es su monumentalidad, y eso que casi todas cuentan con grandes ornatos y alegorías bélicas en piedra. Fueron edificadas en una época en que se cuidaba el detalle estético hasta en los edificios militares, lejos ya de la austeridad medieval. Lo importante de estas puertas era su elaborado diseño cuidando en todo momento, no solo el hecho de impedir la entrada, sino incluso de evitar que proyectiles disparados desde el exterior alcanzasen el interior del recinto. Pero vayamos por partes...
De entrada, prácticamente todas disponían de un puente levadizo para salvar el foso que se abría ante ellas. Dicho puente podía ser accionado de dos formas: mediante un torno o por contrapesos. En el primer caso, la pasarela era elevada mediante un torno situado en la zona alta de la puerta, a cubierto del enemigo. En dicho torno, que tenía que ser accionado por varios hombres, se iban enrollando las cadenas que sustentaban la pasarela. El sistema de contrapesos, que es el que ofrece la imagen de cabecera, funcionaba mediante dos vigas que, desde el interior de la puerta, eran empujadas hacia abajo hasta quedar verticales y, con ello, la pasarela también. Funcionaban de la misma forma que las actuales puertas de las naves industriales.

En la imagen de la izquierda podemos ver un torno. Como se puede comprobar, las cadenas quedan enrolladas en los extremos del mismo pero, para no atascar el mecanismo, a su vez iban cayendo por un pozo situado a cada lado con una pesa al final de cada una. Así se evitaba que se atorase en caso de haber demasiada cadena enrollada en el mismo sitio. Para bajar el puente bastaba con liberar los retenes del torno y dejar caer la pasarela hasta el estribo donde quedaba encajada.




Con esto, ya vemos que la pesada pasarela, fabricada a base de gruesos tablones flejados con hierro, ya era en sí misma una sólida puerta. Pero tras ella, estaba la verdadera puerta del fuerte, formada con dos hojas de madera que giraban sobre dos gruesos goznes de hierro empotrados en sendas ranguas. En este caso, no eran cerradas con los típicos alamudes medievales, de los que hablaremos en la parte que toca a los castillos, sino por lo general con barras de hierro basculantes que quedaban encajadas en la misma puerta, tal como se ve en la foto inferior, o bien con trancas, también de hierro, apuntaladas contra los muros.


Pero que nadie piense que con esto ya quedaba cerrada la puerta. Aún había más tras el pesado portón de más de una tonelada de peso. Tras él se situaba un rastrillo de hierro que corría por unas acanaladuras abiertas en el muro, y que una vez bajado sus puntas quedaban empotradas en el suelo. Cada barrote, de varios centímetros de grosor y trabados unos con otros, hacían que, salvo que se elevase mediante su mecanismo de torno, fuese imposible moverlo por el descomunal peso que alcanzaban. Con esto, tenemos que el acceso principal de un fuerte normal disponía de tres barreras a franquear: el puente, la puerta y el rastrillo. Pero eso era en los fuertes "normales" como digo. O sea, los pequeños, como esos fuertes costeros que ya hemos visto en una entrada anterior. En sus hermanos mayores, o en las plazas fuertes, todo lo explicado es solo la primera parte, porque tras la puerta se abría un túnel de varios metros de largo, algunos de más de 25 o 30 metros, que describen una curva para, como comentaba al principio, impedir que una bala de cañón enemiga llegase al interior del recinto.


Esa foto lo muestra con claridad. Pertenece al túnel de entrada del fuerte de Juromenha. Como se ve, describe una curva de forma que el interior queda fuera del ángulo de la puerta. El postigo de la izquierda de la imagen correspondía al cuerpo de guardia. Las aberturas que se ven sobre la puerta del fondo eran para las vigas del puente levadizo, hoy desaparecido por desgracia. Ese túnel, haciendo memoria y calculando a botepronto, tiene aproximadamente unos 15 ó 20 metros de longitud. Esos 15 ó 20 metros son el grosor de la muralla del fuerte. Una pasada, ¿no?
En algunos de estos túneles, además, pueden verse troneras fusileras desde donde la guarnición podía abrir fuego en caso de que el enemigo consiguiese franquear la entrada que, como hemos visto, no era moco de pavo. ¿Y aquí acaba la historia? Pues no. Aún hay más. Porque en muchos casos, todo esto que acabamos de ver era "la primera fase". O sea, un primer acceso situado en una fortificación exterior, como un revellín o un hornabeque. Tras ese túnel que vemos, habría un foso de varias decenas de metros de ancho y, al final del mismo, una "segunda fase" exactamente igual a todo lo ya explicado, o sea: puente, puerta, rastrillo, túnel y, en algunos casos y para no "quedarse cortos", una última puerta. Por cierto que los fosos, para no ponerlo "tan fácil" al enemigo, solían contar con troneras fusileras y cañoneras que batían de flanco, de frente y hasta por la zaga a cualquiera que quisiera entrar en el fuerte sin permiso.
Bien, así de facilonas eran las puertas de los fuertes. Y hemos hablado solo de las puertas de entrada, porque una vez dentro del recinto podemos encontrarnos con que las diferentes zonas del mismo también estaban separadas por fosos, más puertas y más rastrillos, de forma que llegar al corazón del mismo, la casa del gobernador, que es como llaman los portugueses al recinto destinado como vivienda del alcaide y oficiales de la guarnición, era a veces imposible salvo que la plaza se rindiera o sus defensores fueran aniquilados.
Pongo una última imagen para ilustrar lo momumental de algunas de estas puertas, verdaderas obras de arte de la cantería de la época. Se trata de la puerta del recinto principal del fuerte de Graça, al norte de Elvas. O sea, la segunda que hay que cruzar para entrar en el fuerte. Es habitual la presencia de lápidas como la que aparece en la imagen, donde se suele hacer referencia al monarca bajo cuyo reinado se construyó, fecha de incio y término de las obras, etc... Para llegar a ella hay que cruzar un puente sobre un foso de 20 metros de ancho cubierto por todas partes de troneras fusileras, dos cañoneras en cada flanco, y los tres agujeritos que aparecen sobre la puerta de madera, que no son para que entre el aire, sino para darle de tiros al que se atreva a acercarse a la puerta de marras.


Partes del fuerte: El hornabeque

El hornabeque, palabro proveniente del alemán hornwerk (obra con cuernos), era una de las fortificaciones más versátiles dento de los componentes de un fuerte. Básicamente, se trataba de dos medios baluartes unidos por una cortina. Su versatilidad radicaba en que podía ser ubicado en cualquier parte donde fuese necesario reforzar una fortificación, bien por ser una zona más expuesta, para usarlo como primera línea defensiva, como acceso, etc. Igualmente, podía ir unido al fuerte, formando parte integrante del mismo, o separado. Podía estar precedido de un revellín o de una tenaza, o actuar como revellín situado ante una cortina entre dos baluartes, y así mismo podía tener un revellín por detrás, entre el fuerte y él mismo. También podía ser usado para defender cabezas de puente, accesos a plazas fuertes, etc. Incluso un hornabeque podía ser en sí mismo un fuerte. Por ejemplo, el fuerte de Santiago de Sesimbra, que defendía la playa situada ante la población, no es más que un hornabeque de grandes proporciones.
Básicamente, había dos tipos de hornabeque. Veamos el primero de ellos:

En la ilustración podemos ver un hornabeque convencional. Como ya se ha dicho, son dos medios baluartes, o sea, dos medios pentágonos, unidos entre sí por una cortina. Ante la misma, puede ir ubicado un revellín, como se muestra en el croquis, o una luneta, o una tenaza, o nada. Igualmente, podía estar rodeado de un foso o no, dependiendo de la fortificación. En el detalle se explican las diferentes partes del mismo.
En la sección superior podemos ver como sería su disposición respecto al revellín. Como se ve, queda más alto a fin de que el revellín no entorpeciese su ángulo de tiro frontal. Así mismo, el hornabeque estaba a un nivel más bajo que el fuerte que tenía por detrás. Conviene aclarar que los fuertes eran complejos fortificados escalonados, siendo el mismo fuerte la obra más elevada, y las demás obras exteriores a niveles cada vez más bajos para no limitar el ángulo de tiro de las posiciones más retrasadas, así como para poder ser batidos en caso de ser invadidos, como creo ya he explicado en una entrada anterior.
El hornabeque, en caso de estar exento del recinto principal, podía estar unido al mismo por una caponera, un camino cubierto o trinchera a fin tanto de poder proveerlo de munición sin riesgo para las tropas, como para poder evacuar el recinto en caso de verse desbordados. Al igual que los baluartes y los revellines, los hornabeques también tenían nombre propio, generalmente bajo la advocación del santo o virgen de turno.
En la ilustración inferior podemos ver otro tipo, el hornabeque coronado, corona o doble hornabeque, que no debemos confundir con la mitra, bonete de clérigo o sombrero de obispo, llamados así por su similitud con esas prendas eclesiásticas, y de los que se hablará en otra entrada que abarque las obras exteriores.


Como se ve, se trata de un hornabeque que cuenta en el centro de su cortina con un baluarte, lo que de daba a esta fortificación mayor potencia de fuego, así como la posibilidad de cubrir más ángulos de tiro. Como refuerzo, podían llevar entre cada cara del baluarte y los dos medios baluartes una tenaza, un revellín o una luneta. Este tipo de fortificación era usado cuando se trataba de cubrir amplias zonas y, por su grandes dimensiones, podían albergar en su interior hospitales de campaña, polvorines, almacenes, etc., ya que se les consideraba como fortificaciones muy seguras.
En realidad, a la hora de diseñar la planta de un fuerte las posibilidades de combinar los diferentes elementos que los componían eran casi infinitas. A medida que vayamos viendo diferentes fortificaciones de este tipo, podremos comprobar que podían ser asombrosamente simples o increíblemente complejas, algunas verdaderamente laberínticas, con una sucesión tras otra de fosos y obras exteriores hasta llegar al recinto principal.