miércoles, 6 de julio de 2011

El castillo medieval II: El alcázar


La palabra alcázar es, como creo sabe todo el mundo, de origen árabe. Al-q`sar es como los andalusíes denominaban a un tipo de edificación mitad palaciega, mitad militar ubicada casi siempre dentro de los núcleos urbanos de la época. Eran el centro del poder político y militar de califas, emires o reyezuelos de la multitud de taifas en que se desmembró el territorio bajo su dominio.
Tenemos multitud de ejemplos de este tipo de edificios en la Península, si bien es en España donde verdaderamente abundan. En Portugal quizás porque la presencia árabe fue más breve, son más escasos. Con todo, hay algún que otro ejemplo verdaderamente notable, como el de Silves, o el impresionante castillo de los Moros, en Sintra. Los ejércitos castellanos que, a partir del siglo XIII iniciaron un imparable avance que culminó con la conquista de Granada en 1492, tuvieron la sensatez de reutilizar estos portentosos complejos fortificados, adaptándolos en algunos aspectos a los usos constructivos propios de ellos.
Básicamente, se puede decir que eran castillos de enormes proporciones con dos zonas claramente diferenciadas, una palaciega destinada a ser la vivienda de su propietario, dependencias para el funcionariado y demás miembros del poder civil, baños, almacenes, etc., y otra cuyo fin era dar alojamiento a la guarnición tanto del alcázar como de los hombres destinados a defender las murallas de la ciudad en caso de un ataque.
Precisamente porque en su interior estaba el centro de poder político, su defensa era primordial. Así, dotaban a este tipo de edificios de los medios defensivos más sofisticados a fin de que su ocupación fuera, si no imposible, sí una empresa de muy difícil consecución. Por lo tanto, los alarifes encargados de construirlos no se quedaban cortos a la hora de dotarlos de potentes torres que flanqueaban elevadas murallas, antemuros, barbacanas, complejos sistemas de puertas, patios interiores, enormes aljibes, etc.
En sus enormes patios de armas se podía dar incluso cobijo a la población en caso de que las defensas de la ciudad fuesen superadas por el enemigo, estableciendo en el alcázar el último reducto de resistencia. Si el alcázar caía, todo estaba perdido.
Tras la reconquista y perdido su uso militar, muchos de ellos fueron convertidos en suntuosos palacios por los monarcas hispanos. Buena prueba de ello son el alcázar de Sevilla o la Alhambra (significa "La Roja" en árabe) de Granada, mandada edificar por Muhammad Al-Ahmar, el primer emir de la dinastía nazarí. Otros, por desgracia, han sido profanados y convertidos en instalaciones hoteleras que, en un patético y absurdo intento por querer fusionar la historia con el vil mercantilismo del patrimonio, solo han logrado unos bodrios dignos de los cerebros que engendraron semejantes ultrajes. En fin, no son más que una muestra palmaria de la ignorancia más supina y el mal gusto elevado a niveles insultantes. Mejor no redundar en ello... Prosigamos:

Dentro del alcázar se encontraba la alcazaba. Era el recinto militar propiamente dicho del alcázar, si bien podemos encontrarlas sin formar parte de un palacio. La palabra proviene del árabe, y significa ciudadela, o sea, un recinto fortificado de amplias dimensiones con una zona castral y otra dotada de amplios albácares donde la población de la ciudad o de la comarca podían refugiarse en caso de ataque. Hay multitud de ellas en nuestro territorio: Málaga, Jaén, Almería, Guadix, Badajoz, etc., o las de Silves, Mértola, Moura, etc. en Portugal.
Por sus dimensiones, las alcazabas no eran meras centinelas del territorio,sino que sus guarniciones, más numerosas que las de un castillo, podían salir al encuentro de las mesnadas de invasores que cruzasen la frontera en busca de botín y obligarlos a dar media vuelta. Y por la misma razón, asediarlas no era empresa fácil, ya que eran precisos muchos hombres para cercar edificios tan grandes, así como para contener las salidas de los defensores.
La poderosa silueta de una alcazaba recortándose en el cielo sobre un cerro era motivo de tranquilidad para los habitantes de la zona, y de inquietud para los que se atrevían a adentrarse en su territorio. Termino la entrada con una vista panorámica de la impresionante alcazaba de Silves, construida enteramente con gres rojo que le da ese peculiar aspecto. Con una planta de óvalo irregular, tiene unas dimensiones notables: unos 145 metros de largo por 95 de ancho. Situada en el extremo NO de la villa medieval... pero no, eso mejor lo cuento con más detalle en su entrada correspondiente, hale...