sábado, 30 de julio de 2011

Armamento medieval: La transición a la armadura de placas




Como ya se comentó en las entradas referentes a las cotas de malla, estas defensas adolecían de ciertas carencias, tales como la prácticamente nula protección contra las armas contundentes, así como para las eficaces espadas de la época, capaces en determinados casos de hendirla. En la entrada sobre el perpunte vimos como esta prenda contribuyó a mejorar la protección de los combatientes, pero en modo alguno los convertía en invulnerables ante unas armas cada vez mejor diseñadas para cumplir su fin: herir o matar al enemigo.
Así pues, a finales del siglo XII y principios del XIII ya se empezaron a desarrollar aditamentos rígidos para reforzar las cotas de malla en sus puntos más vulnerables, o donde un golpe podía resultar más letal o simplemente, dejar fuera de combate al guerrero produciendole una herida punzante o una fractura ósea. Para ello se recurrió inicialmente al cuero hervido. Esto consistía en un tratamiento que endurecía el cuero de forma notable, haciéndolo casi impenetrable a las espadas de la época, diseñadas para cortar antes que para clavar, y amortiguaba mucho mejor los golpes propinados por las temibles aristas de las mazas o los martillos de guerra. Con este fin se crearon brafoneras, brazales, rodilleras y coderas que, sin restar capacidad de movimiento o añadir un peso extra, aumentaron de forma notable la protección corporal de los hombres de armas de la época.


La foto de la derecha muestra la estatua ecuestre de la tumba de Guglielmo Berardi, (+ 1290), en la iglesia de Santa Annunziata de Florencia. Como se puede ver, tanto su pantorrilla como su muslo están cubiertos por unas brafoneras lujosamente trabajadas. Están sujetas a la pierna mediante unas correas de cuero. Obviamente, estos trabajos de repujado iban en consonancia con el rango de su usuario. Como ya se puede suponer, lo habitual es que fuesen sin ningún tipo de adorno. La brafonera libró a los jinetes de ver en muchas ocasiones sus tibias o sus rótulas hechas fosfatina por un mazazo propinado por peón o, lo que era peor, heridas que cortasen alguna arteria y que les provocaba una hemorragia mortal en cuestión de minutos.


Una mejora notable en estas protecciones de cuero fue la adición de láminas de metal, hierro o bronce, remachadas a las mismas. Puestas en sentido longitudinal, permitían colocarlas en piernas o brazos son necesidad de los complicados trabajos de fragua que requería una lámina de metal enteriza. La imposibilidad de cortarlas con una espada fue quizás lo que hizo dar el paso siguiente que, aunque conllevaba mucho más trabajo y elevaba notablemente tanto el precio como el peso que se debía soportar, proporcionaba una protección casi definitiva contra las armas del momento.

Por esta causa, las piezas metálicas fueron cada vez más numerosas y complejas.  Un buen ejemplo de ello es la estatua yacente de sir John d`Abernon ( + 1340), en Stoke d`Abernon, Surrey, Reino Unido. Además de brafoneras, lleva protecciones en brazos, hombros y codos, así como láminas para proteger los empeines de los pies. Bajo la cota viste un perpunte que asoma bajo la misma. Sobre todo, lleva un sayo de armas con los colores de su blasón. Obsérvense los discos que protegen los lados de los codos y los hombros. En aquella época, los armeros aún no habían llegado a la consumación técnica de las piezas forjadas en el siglo XV. Así pues, para cubrir esas zonas del cuerpo se usaban discos metálicos unidos mediante cintas o cordones de cuero. Se aprecia perfectamente el lazo que los fija. Sobre la cabeza lleva el típico bacinete con camal de malla, sobre el cual llevaría el yelmo de cimera.

Como se puede ver, las caras internas de brazos y piernas solo están protegidos por la cota de malla si bien, como es lógico, la zona verdaderamente expuesta es la cara externa. Los codales aún son bastante rudimentarios, ya que constan de una pieza que se adapta a la articulación y un disco que cubriría todo el codo aún manteniendo el brazo extendido. Los discos de los hombros tienen un fin muy concreto, que es impedir que una punta entre por la axila, lugar especialmente vulnerable cuando el guerrero levantaba el brazo para golpear con su espada. En ese instante, un combatiente desmontado, situado más abajo, tenía una oportunidad excelente para clavar la pica de su alabarda o su bisarma en esa zona, dejando fuera de combate al jinete.

Estas armaduras mixtas, como se ve, supusieron un avance muy importante en lo referente a la protección corporal de los guerreros de la época. Pero como siempre ha existido y existirá la eterna competencia entre arma y coraza (incluso hoy día se mantiene en forma de armas anti-carro Vs. carro de combate), los armeros no tardaron en diseñar espadas pensadas, además de para herir de corte, poder hacerlo de punta si bien ya se hablará con más detalle sobre ese tema en una entrada dedicada a las espadas, que es su sitio. En cualquier caso, y aún con esa importante mejora, el caballero medieval seguía buscando afanosamente lo más parecido a la invulnerabilidad a costa del precio que fuese. Así pues, cuando vieron que las tradicionales espadas de corte también podían penetrar en sus armaduras al estar diseñadas para tal fin, el paso siguiente fue, como es de suponer, seguir aumentando la cantidad de placas de metal.

El paso previo a la armadura de placas lo tenemos en la foto de arriba. En ella, vemos a un hombre de armas de mediados del siglo XIV que ya lleva prácticamente todo su cuerpo cubierto por metal. La cabeza va protegida con un bacinete de pico de gorrión. Sus pantorrillas están enteramente cubiertas, y en sus rodillas lleva unas rodilleras completamente articuladas. Los hombros están protegidos por launas de metal, y las viejas manoplas de malla han sido sustituidas por guanteletes. Sólo sus antebrazos y muslos siguen estando cubiertos por defensas de cuero hervido, en este caso dotadas de las láminas longitudinales mencionadas anteriormente. Sólo su cuerpo va aún desprovisto de un peto rígido, que en este caso está suplido por una brigantina. Por supuesto, la cota de malla sigue presente en el camal del bacinete y en la camisa de manga corta que viste, la cual le protege los brazos, el cuello y la unión de las piernas con el tronco. Pero pocos años tuvieron que pasar para que las escasas partes del cuerpo que aún quedaban por cubrir de placas metálicas estuvieran enteramente cubiertas por las mismas.

A finales del siglo XIV, los caballeros y hombres de armas que se pudiesen costear las carísimas armaduras de placas dejaron atrás las centenarias cotas de malla, los perpuntes y las armaduras mixtas. A partir de ese momento, se hicieron literalmente los dueños de los campos de batalla, siendo prácticamente invulnerables a las armas al uso. Solo descabalgándolos o echándoseles encima varios enemigos podían ser vencidos. Y solo las armas de calidad, que no estaban precisamente al alcance de todos, podían hacerles algún daño. En todo caso, no tardaron mucho en aparecer las armas de fuego, con lo que la lucha inacabable de armas Vs. coraza prosiguió. Pero de eso ha hablaremos otro día. Hale, he dicho...