martes, 25 de octubre de 2011

Proyectiles del artillería 1ª parte



Antes de comenzar, una advertencia: Esta entrada no pretende ser un compendio de artillería. O sea, no voy a apabullar al personal con tablas de datos que tampoco le van a aportar ninguna experiencia mística. El objeto de la misma es, simplemente, poner en antecedentes al lector de las cuestiones básicas sobre este tema, con datos genéricos que permitan hacerse una idea de qué iba la cosa. Así mismo, quiero explicar tres cosillas para mejor comprensión del tema.

Cosilla 1: Los calibres de los cañones se daban en libras. Nunca he entendido esa chorrada, cuando lo lógico sería hacerlo como se hace actualmente, o sea, por su medida en el sistema que sea: milímetros, centímetros o pulgadas. Bueno, los ingleses siguen con la memez de las libras, pero es que son ingleses, así que... Bien, al expresarlo en libras se quiere decir que el peso del proyectil para tal cañón era de X libras. Más abajo detallaré los calibres en milímetros, para que nos entendemos todos.

Cosilla 2: Los calibres nominales de los cañones se daban en libras francesas, de mayor peso que las españolas. En concreto, la libra española pesaba 460 gramos, y la francesa 490. Solo a partir de principios del siglo XIX se dejó de lado esa norma, impuesta por el advenimiento de la dinastía borbónica que, procedente de Francia, hicieron que muchas cuestiones de tipo militar se basaran en los patrones de los gabachos.

Cosilla 3: Los calibres que se dan en milímetros son los de los proyectiles, no los de las piezas que los disparaban. Concreto este detalle porque, debido a que la pólvora negra ensuciaba las ánimas hasta el extremo de impedir cargar el proyectil con apenas una docena de disparos efectuados, para facilitar la carga se fabricaban con un calibre inferior al de la pieza. Era lo que se denominaba viento. O sea, el viento era la diferencia entre el calibre de la pieza y el del proyectil. Hablamos de unas diferencias de 5 milímetros o poco más, pero hay que tener en cuenta este detalle.

Dicho esto, comencemos:

BALAS

Aquí me referiré solo a los calibres usados por el ejército. La marina disponía de calibres mayores, pero no toca hablar hoy de nuestra gloriosa Armada. Así pues, tenemos los siguientes:

24 libras: Equivalentes a 25,5 libras españolas, o sea 11,73 kilos. Su diámetro era de 147,12 mm.
16 libras: Equivalentes a 17 libras españolas, o sea, 7,82 Kg. Su diámetro era de 123,4 mm.
12 libras: Equivalentes a 13 libras españolas, o sea, 5,98 Kg. Su diámetro era de 116,2 mm.
8 libras: Equivalentes a 9 libras españolas, o sea, 4,14 Kg. Su diámetro era de 100,7 mm.
4 libras: Equivalentes a 4,5 libras españolas, o sea, 2,07 Kg. Su diámetro era de 81,2 mm.

Todas eran pelotas de hierro colado, a las que había que preservar de la oxidación a fin de que no perdieran calibre debido al descascarillamiento producido por el orín.

Su uso: Las piezas de 24 y 16 libras eran las más adecuadas para disparar contra fortificaciones. Se elegía una zona donde hacer blanco y la machacaban literalmente tras cientos o miles de disparos. Las piezas menores eran emplazadas en las zonas donde se podían hostigar fosos, obras exteriores o, mediante tiro de rebote, diezmar las guarniciones. Las cargas, digamos, estándares, eran de 1/3 del peso del proyectil, si bien era una cuestión relativa por diversas causas: calidad de la pólvora, grado de humedad (a más seca, más rápido arde), temperatura ambiente, temperatura de la pieza (a más caliente, más presión se genera), etc. Los alcances iban en función tanto de la carga como del ángulo de elevación de la pieza. En todo caso y a título de orientación, ya que los cañones eran piezas de tiro tenso, doy los alcances máximos, o sea, con la pieza a 45º de elevación, basados en tablas elaboradas en el siglo XIX, con lo que son válidas para 50 años antes o incluso más:

Cañón de 24 libras: 9.400 metros
Cañón de 16 libras: 8.400 metros
Cañón de 12 libras: 7.800 metros
Cañón de 8 libras:   6.900 metros
Cañón de 4 libras:   6.350 metros

Obviamente, hablamos de alcance a bala perdida. El alcance efectivo era bastante inferior, entre otras cosas porque la precisión de estas armas, debido a su ánima lisa, era bastante mediocre. Digamos que hasta los 1.000 metros se podía hablar de un disparo razonablemente preciso. A partir de esa distancia, con acertar a la muralla ya podían darse por satisfechos.


Sus efectos: Lo habitual para este tipo de proyectil era usarlo contra fortificaciones de cualquier tipo o para desmontar las piezas enemigas. Eso no quita que también se usaran contra formaciones de tropas cuando estaban a cierta distancia, ya que si una bala enfilaba una formación, se llevaba por delante a toda la fila entera. En todo caso, contra las tropas enemigas eran obviamente más efectivas las granadas o los saquillos de metralla. Para su uso contra fortificaciones, como es lógico, sus efectos se hacían notar antes o después en función de la calidad de los materiales con que estaba construida. En el asedio que sufrió Almeida a manos de los franceses, estos dispararon contra una cortina 3.000 balas sin que lograran, no ya abrir una brecha, sino sacudirle el polvo. Los enormes sillares de granito de sus murallas resistieron aquella granizada sin inmutarse.

BOMBAS


Al contrario que en el caso de los cañones, los calibres de mortero se daban en pulgadas, así como el de sus proyectiles. Las bombas al uso en España eran de tres calibres: 14, 12 y 10 pulgadas. La que vemos a la izquierda corresponde al tipo más antiguo. Como se ve, está provista de dos argollas para facilitar su carga, como ya se ha explicado en las entradas referentes a la artillería de sitio. Posteriormente, esas argollas se sustituyeron por unas hendiduras en las que se encajaban las uñas de unas tenazas diseñadas a tal fin. Y, por último, en la de la derecha vemos el tipo más posterior, con un collarín por donde agarrar la bomba. Obsérvese además que, en este tipo, el culote no tiene el mismo grosor que las paredes de la bomba. Con esto se pretendía que no cayese sobre la espoleta, lo que podía impedir su detonación. Así, al tener más peso en su base, caería con la espoleta hacia arriba. Veamos sus dimensiones:

Bomba de 14'': Equivalentes a 319,4 mm. de calibre, y con un peso de 72,22 Kg.
Bomba de 12'': Equivalentes a 270,9 mm. de calibre, y con un peso de 46 Kg.
Bomba de 10'': Equivalentes a 288,1 mm. de calibre, y con un peso de 30,36 Kg.

En cuanto al espesor de sus paredes, era de unos 40 mm. en las de 14 y 12 pulgadas, y de 31 mm. en la de 10''. La carga interior de pólvora se calculaba en función de los efectos que se deseaban conseguir. A más carga, más fragmentación. A menos carga, menos fragmentación, lo que suponían cascos de metralla mucho mayores. El cebado se realizaba mediante algo tan chorra como un estopín hecho con una paja de centeno hueca que, previamente rellenada con una mezcla de pólvora en pasta, se prendía justo antes del disparo, o bien mediante una mecha con la longitud adecuada. En función de la composición de dicha pasta, el quemado era más o menos rápido, con lo que se lograba que la bomba detonase en el aire o al llegar al blanco. Hay que recordar que las espoletas por percusión son un invento posterior. En cuanto a sus alcances, a 45º podemos hablar de una media de 3.300 metros. Aquí no cuenta el concepto de "bala perdida", ya que sus efectos eran los mismos a cualquier distancia tanto en cuanto, en este caso, no se aprovechaba la energía cinética del proyectil en función de la velocidad (descendente siempre a medida que aumentaba la distancia), sino a la explosión de su carga interna. O sea, que daba lo mismo que el blanco estuviera a 500 metros o a 2 km. Sus efectos serían exactamente iguales. Lo único que sí podía influir era la precisión, pero en estas piezas tampoco se buscaba batir un objetivo pequeño, sino sembrar de metralla un recinto. Para ello, bastaba con acertar en la fortificación a batir y santas pascuas.

Su uso: Los tres calibres eran usados indistintamente en la artillería de plaza, mientras que en la de sitio era habitual usar los de 12 y 10 pulgadas por su menor peso y mejor manejabilidad. Como ya se puede suponer, estas piezas no se usaban en batallas campales por su lentísima cadencia de tiro y las dificultades que entrañaba su emplazamiento. Para cumplir su misma misión en campo abierto se ideó la granada, que veremos más adelante.

Sus efectos: La bomba era un proyectil devastador. Con la carga adecuada, podía barrer literalmente a toda la guarnición de un revellín o un baluarte. Si se deseaba dañar edificios, su enorme peso facilitaba el atravesar techumbres y, con un estopín adecuado, hacer que estallara en su interior. De ahí que los pañoles y casamatas de los fuertes se hicieran a prueba de bomba, concepto este que ya se ha repetido muchas veces en el blog. Eran bóvedas de gran solidez, a base de sillería y cubiertos con tierra, que resistieran la caída sobre ellas de una bomba, o sus efectos caso de detonar justo encima. Pero el resto de las dependencias de las fortificaciones no tenían techos así, de modo que los almacenes, cuarteles, cocinas, e incluso la casa del gobernador podían quedar literalmente pulverizados si una de estas bombas le caía encima.

En cuanto a las granadas, eran exactamente lo mismo que la bomba, pero adaptada a los calibres de cañones y obuses. La única diferencia radicaba en que el fuego para su activación lo daba la misma deflagración de la pólvora en el momento del disparo. Obviamente, no era posible encender un estopín colocado en una granada en el fondo del ánima de la pieza. Por lo demás, sus efectos eran los mismos que la bomba, si bien de menor cuantía tanto en cuanto su carga interior era menor. Eran, por así decirlo, las bombas de cañones y obuses.

Bueno, ya seguiremos. 

Hale, he dicho

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