miércoles, 9 de noviembre de 2011

La peculiar "cinquedea"




Hay bastante controversia acerca de esta singular arma, que unos clasifican como daga, otros como espada corta, y otros como espada. Si nos atenemos a las dimensiones de los ejemplares existentes al día de hoy, las tres opciones tendrían razón tanto en cuando las hay de los tres tamaños. Pero, antes de meternos en honduras, conviene aclarar algo de su historia...

Aunque su aparición data del último cuarto del siglo XV, conviene saber que su morfología no era ninguna novedad. Se conservan multitud de ejemplares datados en la Edad de Bronce que solo difieren en el pomo y la empuñadura de las que se fabricaron en pleno Renacimiento. En la foto de la izquierda podemos ver uno de ellos, datado entre los años 1700-1500 a.C. encontrado en el Támesis. Como vemos, está fabricada enteramente de bronce, y la cruceta y la hoja se corresponden totalmente con el ejemplar mostrado en la foto de cabecera, de origen posiblemente veneciano y fabricada entre 1480 y 1500.

Esta morfología debió estar bastante extendida por la ribera mediterránea, ya que hay piezas similares de origen griego, ibero y latino. El ejemplar de la derecha en concreto, posterior cronológicamente al mostrado arriba, es una daga ibera con la típica guarnición de antenas de la época. Está fabricada en hierro. Sin embargo, su forma es muy parecida a la renacentista a pesar de los siglos transcurridos entre una y otra. Pequeños detalles aparte en lo referente a las guarniciones, básicamente todas tienen en común la forma triangular de la hoja y la presencia de varias acanaladuras. De ahí concluyo pues que este diseño, con siglos a cuestas, es más que probable que fuese la fuente de inspiración para sus creadores.

Aclarado este punto, comentar que la cinquedea debe su nombre a la anchura de su hoja por la parte que queda unida a la cruceta: cinco dedos. Su origen tuvo lugar en el norte de Italia, en una fecha indeterminada del último cuarto del siglo XV, como anteriormente se ha dicho. En todo caso, y como orientación, los ejemplares datados más antiguos son de hacia 1460-1470. Aunque muchos piensan que fue más bien un arma de lujo para portarla en la vida civil, también se fabricaron con vistas a un uso militar. Aquí es donde deberíamos diferenciar la cinquedea como espada corta, o bien como espada, que Oakeshott catalogó como tipos XXI y XII en su tipología. Las diferencias morfológicas entre ambas radican principalmente en sus guarniciones, por lo que esta entrada irá dedicada a la quiquedea como espada corta, que es la tipología más característica de esta arma.

Aunque se suele decir que el Renacimiento prácticamente arrinconó el papel de la espada a una mera figura decorativa, es algo absurdo plantearlo siquiera tanto en cuanto para las unidades militares de la época seguía siendo, junto con la pica, la principal arma de defensa y ataque. Independientemente de que las cada vez más abundantes armas de fuego jugaran un papel más importante en los combates de la época, no por ello la espada perdió su protagonismo. Recordemos las unidades de espaderos españoles que, provistos de espada y rodela, causaban verdaderas escabechinas entre los cuadros de picas enemigos, y que los mismos piqueros portaban una espada como arma secundaria para atacar y defenderse caso de perder la pica o de llegar a un cuerpo a cuerpo cerrado.

Otra cosa es que la cinquedea, por sus elegantes formas, fuera una espada apreciada por la nobleza como arma de corte y se fabricasen ejemplares ricamente decorados con incrustaciones de oro, bronce, finos grabados en sus hojas, etc., como esa pieza que podemos ver en la foto superior. Obviamente, en este caso no hablamos de un arma de combate. Pero si la despojamos de tanto grabado y tanta pedrería, tenemos una espada corta sumamente mortífera, como luego se verá.

En todo caso, la cinquedea tuvo una vida operativa corta. Los últimos ejemplares datan de 1520, lo que les da un uso de apenas 50 años, poca cosa para una época en que los diseños solían durar siglos enteros e incluso más. Por otro lado, autores tan reconocidos como Ewart Oakeshott afirman que este tipo de espada corta no traspasó más allá de las fronteras italianas, lo cual estimo es un error ya que en España, según Leguina, "...el tránsito entre la espada y la daga lo forman los pistos, courtels, coltells o langes de beauf (lenguas de buey), según la nación que lo usa. El pisto o cortell (sic) es una espada corta, ancha, terminada en punta, con cinco nerviaciones, titulada en catalán también desllorigador, pues servía para herir al caballero desmontado, introduciéndosele entre las rendijas de la coraza y demás piezas de la armadura, o sea, de la loriga."

En este caso, Leguina nos describe de forma totalmente fiable la morfología de la hoja de la cinquedea, cuya característica más relevante era, además de su hoja ancha y corta, las nervaduras. Y no solo eso, sino que además menciona la lengua de buey, que es como se denominaba en Francia a este tipo de espada. Por otro lado, queda también claro que su uso iba más allá de la vida civil, y que era especialmente apreciada, por su aguzada y rígida punta, para desmallar las lorigas que se vestían bajo las armaduras de la época. Veamos con detalle su morfología...

La hoja

La longitud media de la hoja de la cinquedea como espada corta oscilaba entre los 30 y los 50 cm. aproximadamente. Su forma era siempre triangular, prácticamente si ahusamiento hacia la punta y con esta muy aguzada. Al ser tan pesada, ya que hablamos de un arma de algo más de un kilo de peso, dotada de una hoja con dos y hasta seis acanaladuras, lo que le daba una rigidez incomparable, podría incluso traspasar una armadura de la época. Al ser corta, el impulso que se adquiere a la hora de clavar se ve aumentado por su menor longitud. Dichas acanaladuras podían ser corridas, desde la empuñadura hasta la punta, o, más frecuentemente, fragmentadas, disminuyendo su número a medida que se estrechaba la hoja. Aparte de su indudable poder de clavada, su ancha y pesada hoja de doble filo debía hacer de ella un arma temible para golpear de filo a pesar de su corta longitud. Un tajo certero podría decapitar sin problemas a un hombre, o causar graves heridas en miembros mal protegidos. En la foto podemos ver varios ejemplos de estas espadas. En todos los casos, la longitud de la hoja ronda los 50 cm., y era bastante habitual grabar lemas o frases en las hojas.

Las guarniciones

Como vemos en la foto superior, en todos los casos la forman una cruceta con una acusada curvatura, con o sin escusón. También se hicieron en ángulo, si bien son más escasas. El material usado era hierro o bronce, más o menos decorado al gusto del propietario. Las empuñaduras, siempre romboidales y fabricadas generalmente con hueso o marfil. En menor grado, de bronce o madera. La espiga era enteriza, por lo que esta no iba por el interior de las cachas. En este caso, la formaban dos piezas unidas mediante remaches a dichas espiga. Como decoración podían llevar motivos heráldicos, etc. El pomo siempre en forma de U invertida. Las cinquedea que se conservan con cachas o pomos diferentes a los mostrados son añadidos posteriores a su época.

Las vainas

Se fabricaban enteramente de cuero, generalmente con una contera de hierro o bronce, y a veces iban también provistas de brocal del mismo material. Al parecer, se portaban perpendiculares al cuerpo para facilitar la extracción de la espada. En cuanto a su decoración pues, como se puede suponer, en función del arma y el poder adquisitivo del dueño. Obviamente, el cuero podía forrarse con telas de precio, como seda o terciopelo.

Como conclusión, resaltar que, aparte de su uso cortesano, la cinquedea fue un arma extremadamente útil y versátil en combate. Puede que su vida operativa fuese tan breve debido al tipo de combate de la época, que requerían armas con hojas mucho más largas y estrechas. Su uso como arma civil no se vio limitado a un simple adorno para nobles y ricachones, sino que debió ser además una espada cómoda y manejable para uso cotidiano en una época en que salir de casa tras ponerse el sol era tener todas las papeletas para tener que vérselas con sicarios y matasietes a la caza del contenido de las faltriqueras de los hombres pudientes. Ciertamente, ver una de estas espadas apuntando al cuello de uno en una reyerta nocturna debía ser sumamente... inquietante.

Bueno, para otra entrada se hablará de la cinquedea larga, la que Oakeshott clasificó como tipos XXI y XII. Sí, la de abajo, la que blande el nefando papa Borja.

Así pues, de momento, he dicho, hale