martes, 21 de mayo de 2013

Chatarra bélica 4ª parte



Granadas de mano, de mortero y de artillería intervenidas por la Guardia Civil. 


Bueno, en la entrada anterior dije "mañana acabamos con este tema" pero no ha sido "mañana", sino "hoy". He estado pelín difuso y con la neurona evanescente, así que no ha habido más remedio. En fin, al tema pues...

Ya hemos visto todo lo referente a las granadas de mano y a las espoletas, así que solo nos resta el tema artillero y las granadas de circunstancias.

El porcentaje de proyectiles de artillería y de mortero que quedaban sin explotar es más elevado de lo que el personal se imagina. Bien por estar defectuosa la espoleta, bien por caer en terrenos muy blandos, como arena o fango, la cosa es que hay miles y miles diseminados por nuestra vapuleada geografía a la espera de que algún insensato se tope con ellos y decida que deben formar parte de la decoración del salón de casa. 



Las posibilidades de encontrar uno de estos proyectiles son tres diferentes. Una, que será la más habitual, proyectiles ya disparados y que no explotaron, como el que vemos en la foto de la derecha. Es una granada de 105 mm. con la espoleta montada y que sabemos que ha sido disparada simplemente observando su banda de forzamiento, en la cual está marcadas las estrías del ánima del cañón.

Otra posibilidad es encontrar uno que esté ya armado con espoleta pero que no fue disparado por el motivo que fuera. En ese caso, la banda de forzamiento no tendrá marcas. Ese es aún más peligroso porque la espoleta no falló, así que con muchas posibilidades estará activa, así como la carga. Que no nos engañe la capa de moho y la mugre que lleva pegada la carcasa, porque estas eran de más de 1 cm. de grosor, o sea, que la corrosión no habrá llegado ni remotamente al interior del proyectil. ¿Y de qué potencia explosiva hablamos? Pues por mencionar uno como el de la foto superior, un proyectil rompedor de 105 mm., llevaba una carga de 2.200 gramos de trinitrotolueno. La carcasa pesaba 12 kilos, la cual se convertía en metralla al detonar la carga. O sea, suficiente para convertirlo a uno en carne para albóndigas.



Finalmente, puede darse el caso de dar con una granada sin espoleta, o sea, abandonada antes de ser disparada o que en su día se usó la carga explosiva para fabricar granadas de circunstancias o cosas así. Obviamente, esta es la posibilidad más improbable, pero puede darse. En este caso el peligro es menor como se puede suponer ya que, en la mayoría de los casos, la carga explosiva habrá desaparecido y solo quedará la carcasa hueca. Como ejemplo, a la izquierda podemos ver una granada de 77 mm. ya disparada que casi con seguridad fue desmontada para recuperar su carga explosiva. En cuanto a las granadas de motero, todo lo dicho más arriba es aplicable a las mismas. 



Otro regalo que nos puede deparar un paseo por añejas trincheras son las granadas de circunstancias, rudimentarios chismes fabricados por lo general en las posiciones republicanas, casi siempre faltas de material, por los artificieros de las minas que solían darse buena maña a la hora de manipular explosivos. Eran casi siempre botes de hojalata rellenos de pólvora de fusil o de explosivo extraído de las granadas de artillería a las que se añadían piedras, arena o trozos de hierro o clavos para actuar como metralla. La detonación se lograba mediante una simple mecha con una longitud calculada para que explotase al cabo del tiempo deseado, pocos segundos como es de suponer. La que vemos en la foto estaba cargada con 200 gramos de pólvora más gravilla fina. El gancho de alambre era para sujetarla al correaje, y el tapón rojo era una cubierta de caucho para preservar la carga de la humedad. Era denominada como "granada Castillo" en honor del teniente de los guardias de asalto asesinado por elementos de Falange días antes del inicio de la guerra.

En todo caso, en este tipo de granadas de circunstancias no podemos ceñirnos a baremos fijos ya que, en la mayoría de los casos, se elaboraban con lo que se tenía más a mano, empezando por las latas de conserva vacías. Con todo, estos chismes son los menos peligrosos porque las latas están prácticamente deshechas tras tantos años, y la carga desaparecida. De todas formas, no hay que perderles el respeto por si acaso. 

Finalmente, toca mencionar las bombas de aviación. Y antes de nada, advertencia: ESTOS CHISMES SON PELIGROSÍSIMOS. SUS ESPOLETAS SON MAS SENSIBLES QUE UN OJO CON ORZUELO, Y PUEDEN DETONAR CON UNA CAGADA DE MOSCA QUE LE CAIGA ENCIMA. Y no hablamos de una granada de mano, sino de una bomba de incluso 500 kg. como las que se trajeron de Alemania y que los Stuka dejaban caer con escalofriante precisión aderezada con el terrorífico aullido de las sirenas que sonaban en cuando iniciaban el picado. Veamos algunas...



Ahí tenemos la bomba Hispania A-6 de 50 kg. En el detalle de la derecha aparece la espoleta que, como podemos observar, dispone de una hélice que, al caer, gira hasta liberar los mecanismos de la misma. O sea, que una de estas bombas que aparezca en el suelo sin detonar puede significar que fue lanzada desde una altura que impidió que la espoleta se terminara de liberar, así que si nos da por darle vueltas a la hélice la cosa puede acabar mal. De este modelo se fabricaron bombas de hasta 500 kg. apodadas "Negrillas" por el color en que iban pintadas.



Bomba rusa FAB 500 SV, cargada con 235 kilos de TNT
Iba armada con la espoleta APUV con retardo de 0,3 seg.


Y ojo, no solo había bombas explosivas sin más. En la guerra civil se usaron decenas y decenas de tipos diferentes y con pesos que oscilaban entre los 10 y los 500 kg. Las hubo también incendiarias, con espoletas hidrostáticas, de demolición, de fragmentación, perforantes, contrapersonal, e incluso químicas, cargadas de iperita y que se usaron en la guerra de África si bien no tengo constancia de que se lanzaran durante la guerra civil. Pero haberlas, las hubo en los arsenales de la época.



En fin, con esto creo que queda todo dicho. Los peligros que acechan a los amantes del tema de la guerra civil son variados y, como hemos visto a lo largo de estas entradas, muchos de ellos están latentes a la espera de pardillos que piensan que porque estén llenos de moho y mugre han perdido su capacidad letal. Pero de eso nada. Quedan aún muchas décadas antes de que los campos queden enteramente limpios, y eso que la guardia civil detona anualmente cientos de estos chimes encontrados de forma más o menos casual. Así pues, mucho ojo, que nadie vaya ni de héroe ni de enterado, y si aparece algo sospechoso salir zumbando a dar aviso.

Hale, he dicho...


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