jueves, 20 de junio de 2013

Guerra de trincheras 1ª parte




Sin ningún género de dudas, si ha habido a lo largo de la historia bélica una forma de guerra asquerosa, cruel hasta el paroxismo y absolutamente mortífera ha sido la guerra de trincheras, eufemismo bajo el que se esconden cuatro años en los que tuvieron lugar las mayores masacres que se conocen y en los que el combatiente se vio relegado a la condición de miserable carne de cañón. Hablamos, naturalmente, de la Gran Guerra. Pero antes de entrar a fondo en el tema, conviene poner en antecedentes al personal sobre como y por qué este tipo de combate hizo acto de presencia. Veamos pues...



Escena de la Guerra Franco-prusiana
La llegada del siglo XX tuvo lugar en un momento en que el desarrollo de nuevas armas cambiaría para siempre el concepto tradicional de la guerra. La ametralladora y el perfeccionamiento de la artillería enviaron al olvido de forma definitiva las grandes masas de infantería desplegadas sobre el campo de batalla, y la otrora arrolladora caballería se vio apeada de sus pencos tras comprobar, en los inicios del conflicto, que la milenaria arma había quedado más obsoleta que un móvil de Nokia de los años 90. El último conflicto de importancia habido en Europa antes de la Gran Guerra fue la Guerra Franco-prusiana (1870-1871), en la que aún se desplegaban los ejércitos de forma similar a los comienzos del siglo XIX. Pero esa sería la última vez en que las batallas se resolverían moviendo cuadros de infantería o con cargas de caballería. La Gran Guerra trajo consigo, si bien de forma traumática, la Era Moderna.



Ametralladora alemana MG-08 calibre 8x57. Tenía una
cadencia de 450 d.p.m. y estaba alimentada por
cintas de lona de 250 cartuchos.
Así pues, las modernas ametralladoras ya no tenían nada que ver con las Gatling o las Nordenfeldt accionadas mediante un manubrio. En este caso, bastaba apretar un pulsador para que en un minuto salieran por la boca de fuego cientos de proyectiles dispuestos a segar vidas a porrillo. Y como no hablamos de una sola ametralladora, sino de decenas emplazadas en apenas un kilómetro de trinchera, ya podemos hacernos una idea de las escabechinas que llevaban a cabo. Y en cuanto a la artillería, la creación de piezas cada vez más potentes que disparaban obuses con mayor poder destructor y con una precisión asombrosa enviaron a los museos militares los cañones de avancarga en uso hasta hacía pocos años.



Explosión de una mina en Lochnagar el 1 de julio de 1916 bajo
posiciones alemanas. La mina estaba compuesta por 24 Tm.
de amonal, y la columna de tierra que aparece en la foto
alcanzó casi 4 km. de altura.
Estos fueron básicamente los dos factores principales que obligaron a las tropas a enterrarse literalmente en el suelo y en verse avocados a padecer, aparte del miedo y la muerte, enfermedades, fango pútrido, ratas por millones, hambre y, en fin, tal surtido de penalidades que ya no solo se trataba de salir vivo, sino además cuerdo de semejante infierno. La fatiga de combate producía tales desórdenes en el sistema nervioso de los combatientes que miles y miles de ellos acabaron echos polvo de por vida, deseando quizás no haber salido vivos del conflicto. Las enfermedades derivadas de un modo de vida tan asqueroso producían elevados números de bajas y, lo que tal vez fuera lo peor: la estabilización de los frentes de batalla durante meses y meses interrumpidos por batallas apocalípticas en los que caían cientos de miles de hombres para que el mapa del campo de batalla permaneciera más o menos igual. Eso se traducía en una sensación de que aquello no terminaría jamás, siendo esa atroz incertidumbre tan angustiosa que, posiblemente, más de uno desearía recibir un balazo en el cráneo y largarse de allí aunque fuera envuelto en una lona y metido en un hoyo en el fango.



Infantería británica avanzando por tierra de nadie tras
pasar las alambradas propias. En breves instantes se
desencadenará sobre ellos el infierno en forma
de fuego sostenido de ametralladora.
Así pues, el concepto de las trincheras de aproximación y las líneas de circunvalación y contravalación practicadas durante los asedios a fuertes, plazas fuertes y plazas de guerra durante los siglos XVI al XIX dieron paso a una visión diferente de las mismas. Ya no eran simples zanjas cuyo fin era permitir la aproximación al objetivo con la misión de batirlo con fuego de artillería, sino intrincadas redes de kilómetros y kilómetros protegidas por alambradas y provistas de refugios, túneles, posiciones para ametralladoras, cañones, lanzaminas y morteros. Podían contar con enfermerías, puestos de mando, posiciones para escuchas y observadores de artillería y, en definitiva, todo lo necesario para intentar cerrar el paso al enemigo. Pero para impedirlo, el enemigo no dudaba en arrojar sobre las trincheras del contrario miles y miles y más miles de proyectiles de artillería de todo tipo, gases asfixiantes, bombas de la incipiente arma aérea y, por supuesto, oleadas de infantería que era literalmente machacada por el fuego de las ametralladoras y la artillería propias. 



Trinchera austriaca
Bien, con esta breve descripción creo que queda bastante claro en qué consistía la guerra de trincheras, así que ahora toca describir una de ellas. Como vemos en la foto de la derecha, era una zanja entibada con tablones, troncos, brezos o chapa ondulada para evitar derrumbes. Su profundidad superaba los dos metros a fin de permitir a las tropas circular por las mismas sin peligro de recibir un balazo del enemigo y, para hacer fuego, disponían de una banqueta similar a las usadas en los parapetos de los añejos fuertes pirobalísticos. El suelo se cubría con entarimados para evitar el fango cuando llovía, y en las paredes se podían abrir los accesos a los refugios para las tropas, los puestos de mando, etc. Sobre este particular conviene especificar que el ejército alemán siempre fabricó mejores trincheras que sus enemigos, como no podía ser menos. Eficacia germana y tal, ya saben... Por otro lado, el gasto de madera era monstruoso. De hecho, miles y miles de hectáreas de bosques desaparecieron, talados sin reparos para obtener la madera necesaria para los entibados. Y en Inglaterra se llegó al extremo de la deforestación más bestial. Hace cosa de pocos años recuerdo que leí una noticia acerca del tema en la que se daba cuenta de operaciones de reforestación en el norte de la isla a base de pinos ya que no dejaron ni uno a raíz de esta guerra.



Trinchera británica
Pero claro, lo que hemos visto arriba es una trinchera reglamentaria, ordenada, bonita y pulcra como manda el reglamento. Sin embargo, no eran precisamente las más habituales. Lo corriente era lo que vemos en la foto de la izquierda: una zanja asquerosa y deforme, sin entibar, llena de agua putrefacta y de barro hedihondo. Bien por estar cavada a toda prisa y con pocos medios, bien porque fue bombardeada durante horas y quedó en el mal estado que aparece en la imagen, el caso es que esas trincheras eran más habituales de lo deseable para desesperación de sus ocupantes, que se veían obligados a combatir, descansar, dormir y comer en semejante pocilga. Y no durante un día o dos, no, sino meses y meses hasta que el gélido invierno y la lluviosa primavera de Centroeuropa daban paso al verano y, con ello, la posibilidad de ver por fin el barro seco y la trinchera sin agua. Desesperante, ¿no?



Finalmente, veamos su morfología. En el dibujo de la derecha tenemos un plano de una posición. Como podemos apreciar, la inferior tiene forma de zigzag, mientras que la superior es almenada. ¿Por qué se cavaban así? Pues por algo elemental: si un proyectil de artillería enemigo caía dentro de la trinchera, lo que ocurría con razonable regularidad, si el trazado era recto la metralla se extendería hacia ambos lados del lugar de la explosión matando a todo aquel que estuviera en la trinchera en ese momento. Pero si tenía la forma irregular del dibujo, el daño se minimizaba ya que la metralla no iba más allá de los pocos metros en línea recta de cada tramo. Pero claro, está de más decir que para contrarrestar su trazado se inventaron proyectiles que detonaban en el aire, justo encima de las trincheras, lanzando hacia abajo un cono de metralla que obligaba al personal a enterrarse en los refugios. Hablamos de los metralleros o schrapnells, unos diabólicos  artefactos de los que hablaremos más a fondo más adelante.

Bueno, con esta introducción vale de momento. En la siguiente entrada veremos con detalle como vivían y luchaban los hombres que combatieron como topos, enterrados durante días o semanas hasta que llegaba la hora de salir de sus trincheras para enfrentarse a un apocalipsis en forma de metralla y fuego cruzado de ametralladora.

Hale, he dicho...


Continuación de la entrada pinchando aquí

Infantería francesa avanzando durante un ataque. El soldado que aparece en primer término acaba de ser alcanzado
por el fuego enemigo.