miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Banda Morisca II. El castillo de Matrera



Flanco norte del castillo

Bueno, al hilo de la serie de entradas iniciadas ayer, doy comienzo con la fortaleza más meridional de esta línea defensiva, el castillo de Matrera. Veamos en primer lugar algo de su historia...

Para dar con el  origen del castillo de Matrera tenemos que remontarnos al siglo IX, cuando el caudillo de origen hispano-godo Umar ibn Hafsun ibn Yaffar lo ordenó construir para defender Iptuci, un antiguo oppidum hispano-romano, durante sus constantes luchas contra el emirato de Córdoba. Con todo, no se trata al parecer del castillo que aún se conserva  a duras penas, sino de una torre, conclusión a la que podemos llegar según veremos más adelante. Se yergue en la cima de un cerro que llaman del Pajarete, a 523 metros sobre el nivel de mal, y situado entre las actuales poblaciones de Villamartín y Prado del Rey. 

Caballero de Calatrava
Entre 1253 y 1256 (hay controversia con la fecha exacta), los freires de Calatrava al mando de su maestre Juan Yáñez se apoderan de Matrera, que en aquellos tiempos pertenecía, como la gran parte de las poblaciones y fortalezas de la comarca, a la koura de Takurunna cuya capital era precisamente Ronda. Una vez ganada fue dada en tenencia a los calatravos por Alfonso X en 1257. A partir de esa época, Matrera se ve envuelta en todos los conflictos fronterizos habidos y por haber y, de hecho, apenas gozó de unos pocos años de tranquilidad ya que en 1264, los mudéjares de Murcia iniciaron una revuelta con el apoyo del emir de Granada a la que se unieron sus correligionarios de Matrera, que pudo resistir por el arrojo del comendador don Alemán y de las tropas enviadas desde Sevilla al mando de Nuño González de Lara. 



En 1322, tal vez por la falta de coraje del entonces maestre de Calatrava, Garci López, Matrera cayó en manos de los meriníes. Su reconquista la llevó a cabo años más tarde el mismo Alfonso IX, el cual la cercó en el otoño de 1341. Al cabo de cinco días de establecer el asedio, la guarnición capituló tal como nos narra la Crónica de Alfonso Onceno, en la que especifica refiriéndose a Matrera "...ca en aquel tiempo non avía... si non la torre solamente", o sea que, como comentaba al principio, la muralla debió fabricarse con posterioridad a su reconquista. Por lo demás, quizás escarmentado por la mala gestión de los calatravos en la guarda de la comarca, Alfonso XI diera tanto el castillo como las tierras y poblaciones colindantes al Concejo de Sevilla un año más tarde. A partir de ese momento se convirtió de forma permanente en la fortaleza más meridional de la Banda Morisca, y cuyo cometido era principalmente detener las algaras procedentes de los cercanos castillos de Fátima, Zahara y Aznalmara. En el mapa de arriba podemos ver la situación geográfica de todos ellos, mostrando las flechas rojas la dirección de avance hacia Arcos y Jerez cuando salían de razzia.

Vista cenital del castillo de Aznalmara
Durante más de un siglo, Matrera estuvo envuelto de lleno en la defensa de la Banda Morisca, sufriendo incluso un ataque desde Zahara dirigido por Yusuf ibn Yusuf, emir de Granada, en 1408 y el cual fue abortado por el infante don Fernando. Posteriormente fue nuevamente cercado por Muhammad ibn Ozmin, padre del futuro emir Muhammad "el Zurdo", pero tuvieron que levantar el cerco ante la pertinaz resistencia de su defensor, el conde de Arcos. Solo en los últimos años de presencia musulmana en la Península, Matrera empezó a ser una fortificación de retaguardia tras las caídas de Zahara, Fátima, Pruna, Aznalmara y Ronda. Tras la Reconquista se intentó repoblar la zona, de lo que solo surgieron continuos pleitos entre los colonos y el Concejo sevillano. Estos pleitos duraron nada menos que 300 años. Obviamente, el castillo de Matrera perdió su utilidad militar y fue cayendo en el abandono y la ruina, que es como ha llegado a nuestros días sin que nadie haga nada por impedir su aniquilación.

Bien, esa es la historia a grosso modo de nuestro castillo de hoy. Veamos ahora algo de su morfología...

Tal como vemos en el plano de la derecha, el recinto tiene una forma irregular, adaptándose al relieve de la cima del cerro sobre el que se asienta. La longitud máxima alcanza los 188 metros aproximadamente, y el eje más ancho los 100 metros. Su perímetro supera los 500 metros. En la muralla se abren dos puertas: al oeste y defendida por dos cubos tenemos la Puerta de los Carros, mientras que al sur y defendida por una sola torre está la Puerta del Sol. Acerca del amplísimo albacar que podemos ver, unos autores afirman que era el típico recinto destinado a refugio de personas y ganados en caso de peligro, mientras que otros aseguran que se trata de la cerca urbana de la población con que se intentó colonizar la zona al abrigo de la torre edificada por Ibn Hafsun. Finalmente, en el lado norte se yergue la potente torre del homenaje protegida por una camisa. Eso me induce a pesar que, en efecto, la muralla es posterior, siendo esa camisa el muro que servía de protección adicional como en otras torres de época similar, como la del Alpechín, en Olivares (Sevilla).

Veamos con más detalle algunas de sus partes más relevantes...




Una vista de la torre de antes del colapso que sufrió el pasado mes de abril y del que ya informé desde este blog. Se trata de un edificio de planta cuadrangular de 10x15 metros, con unos gruesos muros de casi 3 metros de espesor. Su interior se divide en dos plantas con bóveda de cañón.  Su fábrica, así como la de la camisa que la rodea, es de sillarejo unido con mortero de cal. El relleno de los paramentos es de abundante cantería colmatada con tierra.




La Puerta de los Carros, al oeste del recinto. De su estructura no queda ni rastro, por lo que no podemos deducir siquiera su morfología. Son de reseñar las dos potentes torres que la defendían, macizas en su primer tercio hasta el adarve. Al igual que la torre, la fábrica es de sillarejo tanto en torres como en la muralla. Igualmente reseñable es el enlucido de mortero de cal que aún se conserva en la torre de la izquierda, el cual recubriría con seguridad todo el edificio estando además encalado para protegerlo de la lluvia.




La Puerta del Sol, orientada a mediodía. Donde está el árbol se encuentra la torre que la defendía. Esta vegetación es increíblemente dañina con este tipo de ruinas ya que las raíces acaban reventando los paramentos.




Una toma del interior de la torre antes de su derrumbe. Son dignas de mención las bóvedas ya que la inferior está labrada con ladrillo mientras la superior está fabricada con un ladrillo diferente, más fino y rojizo. Según parece, todo indica que dicha bóveda fue reconstruida tras un hipotético derrumbe.




Foto aérea que nos permite contemplar tanto su amplio albacar como el campo de visión circundante. Actualmente se usa como redil para ovejas, una misión indigna de tan venerable edificio, digo yo...


En fin, si alguien se anima a subir, que lo haga por la cara sur. Yo, en un alarde de heroísmo, lo hice por el lado norte y de momento el animalito de la foto de la derecha empezó a interesarse por mi persona, de lo que colijo que más de uno que lo intentó antes acabó siendo el menú del día de las alimañas y la volatería de la comarca. La verdad, resultaba un tanto inquietante porque al poco rato se le unieron varios compadres y cuñados que no dejaban de mirarme como calibrando a cuando cabrían cada uno en el festín.

Bueno, no debo olvidar nada importante, así que mañana seguiremos.

Hale, he dicho...