domingo, 9 de febrero de 2014

¿Qué comían los gladiadores?



Altorrelieve de la tumba de un
gladiador hallada en el cementerio
de Éfeso. El hombre que representa
tiene un físico notablemente atlético
En un comentario de una entrada anterior, un amable lector, concretamente el Sr. PostNuKe, sugería que, en realidad, se tiene una imagen errónea de la alimentación y el aspecto de los gladiadores en base a que consumían una dieta rica en hidratos de carbono que les producía un exceso de grasa que, en teoría, les formaba una especie de protección adicional a la hora de recibir las cuchilladas del adversario. Esta teoría, obviamente, desmontaría el estereotipo que el imaginario popular tiene sobre los gladiadores: hombres musculados hasta extremos similares a los de un culturista de nuestros días. Así pues, colijo que sería bastante interesante intentar esclarecer un poco este tema en base a los datos que se tienen actualmente. Veamos pues...

Hasta ahora, dicha teoría solo la he podido localizar en un artículo aparecido en la web del Archaeological Institute of America a finales de 2008 y firmado por un tal Andrew Curry, corresponsal de la revista que edita dicha institución. En dicho artículo comentaba la entrevista que este sujeto mantuvo con un paleo-patólogo de la facultad de medicina de Viena y que, como me temo le pasó al calvo Hunter-Mann catalogando como cementerio de gladiadores una necrópolis militar, este patólogo por nombre Karl Großschmidt quiso dar por sentado que sus conclusiones eran, no solo definitivas, sino aplicables a todo el orbe romano. Así pues, la cosa es que el Dr. Großschmidt realizó una serie de pruebas en los huesos de la necrópolis gladiatoria de Éfeso y sus conclusiones fueron en cierto modo sorprendentes por lo generalistas de las mismas.

Aspecto que según Großschmidt tendría un gladiador
Tras un análisis isotópico de fragmentos de huesos del yacimiento, demostró que la dieta de esos individuos se basaba en los hidratos de carbono simples y legumbres con aportaciones extraordinarias de calcio a base de consumir infusiones de madera carbonizada o cenizas de huesos. Afirma igualmente que, según fuentes de la época (no especifica cuales pero se refiere a Escribonio Largo, un médico del siglo I d.C.), los gladiadores eran llamados HORDEARII, que viene a significar "hombres de cebada" por lo orondos que estaban y que, en definitiva, esa capa mantecosa les venía de perlas para que heridas que hubiesen interesado la musculatura se quedasen en solo un aparatoso pero poco peligroso tajo en la panza protegida por tres dedos de tocino. Bien, yo no voy a cuestionar el resultado de dichos análisis ya que eso es una prueba empírica que, salvo manipulación hecha a posta, es incuestionable. Pero sí cuestiono, y mucho, las conclusiones a las que llegó el Dr. Großschmidt respecto a la supuesta dieta y la igualmente necesaria capa de grasa de estos luchadores y, además, el hecho de que lo que ocurría en Éfeso era aplicable a todo el orbe romano. Vayamos pues por partes ya que en este campo nos tenemos que mover más en base a conjeturas que a datos históricos ya que la información al respecto es escasa.

1. El culto al cuerpo

"Galo herido", una conocida estatua en mármol
copia al parecer de un original griego en bronce
La cultura helenística heredada por Roma convertía a sus habitantes en adoradores de la belleza corporal independientemente de su estatus social. La contemplación de un cuerpo bien formado era para ellos, ya fuesen patricios o plebeyos, un éxtasis visual y, en el caso de los hombres, sus cuerpos debían estar musculados y fibrosos. Obviamente, no como se representa a los gladiadores en las películas, que más bien son culturistas hasta las trancas de hormonas, sino cuerpos libres de grasa y con una musculatura bien desarrollada gracias al ejercicio diario. Se sabe que los púgiles y luchadores que salían a la arena se untaban aceite para resaltar más sus músculos a fin de agradar más al respetable ( y cabe suponer que a las parientas del respetable, o sea, las "respetablas" como diría la en buena hora extinta Aído). Es pues cuestionable a mi modo de ver que los romanos y los pueblos culturalmente abducidos por ellos estuvieran por la labor de contemplar a sus admirados luchadores con más tocino que un luchador de sumo. 

2. El origen de los luchadores

Las SCHOLÆ GLADIATORIÆ se nutrían principalmente, por no decir casi en su totalidad, de esclavos y prisioneros de guerra. Y digo "casi en su totalidad" porque había veces en que ciudadanos libres se enrolaban a las órdenes de un LANISTA bien por simple afición o bien porque estaba endeudado hasta las cejas y se vendía a sí mismo para saldarlas, para lo cual se estipulaba un determinado tiempo de servicio a cambio de una cantidad con la que satisfacer a sus acreedores. Dejando este mínimo porcentaje de lado y centrándonos en el grueso de los hombres que acababan como gladiadores, estos eran comprados, obviamente, en función de su presencia física y su potencial como combatientes. Un LANISTA de categoría no se podía permitir presentar al público hombres de aspecto torpón e incluso grotesco por el exceso de grasa. Así pues, su elección recaía sobre sujetos altos, bien formados, atléticos y, como ocurría con los prisioneros de guerra, duchos en el manejo de las armas con lo que los costos por adiestramiento se abarataban y las posibilidades de que salieran vivos de sus primeros combates y, por ende, las de ir ganando fama aumentaban.

3. El trabajo cotidiano

A estos dos les vendría bien el ejercicio pero con las 1.200
calorías que te ponen en esas dietas imposibles
Un hombre que realiza un trabajo físico normal (un albañil por ejemplo) necesita un aporte calórico diario de unas 3.000 calorías como mínimo. Así pues, unos sujetos que estaban machacándose de sol a sol bajo la atenta mirada del DOCTOR es más que evidente que necesitaban muchas más. Dicho ejercicio les haría quemar cualquier exceso de calorías que pudieran consumir ya que, aparte de entrenar con las armas, dedicaban también el tiempo disponible a fortalecerse y a tonificar su musculatura. Y no solo por meras cuestiones de marketing a la hora de ofrecer un aspecto imponente que siempre les vendría bien para poner al público de su parte, sino porque les iba la vida en ello. Independientemente de esto, los LANISTÆ se preocupaban de destinar a cada uno de sus pupilos al tipo de gladiador que mejor se adaptaba a sus capacidades. Así pues, un germano enorme y fortachón sería destinado a entrenar como tracio o mirmilón mientras que un esbelto y ágil nubio lo haría como retiario, por poner un ejemplo.

4. El aporte alimenticio

El pescado como alimento es representado
en multitud de mosaicos
Es innegable que los análisis llevados a cabo por Großschmidt son inapelables, pero el hecho de que hicieran un gran consumo de legumbre y cebada no implica que su dieta fuera exclusivamente vegetariana o destinada a tener sobrepeso. Sí, alguno podrá decir que hay culturistas vegetarianos, pero quisiera saber los botes de porquería que se meten en el cuerpo para complementar la lechuga que se comen. Las legumbres contienen aproximadamente un 20% de proteínas, un 60% de hidratos de carbono y otro 20% de fibra vegetal que, como sabemos, no es asimilada por el aparato digestivo humano. Así pues, ese 60% de hidratos serían la reserva calórica para quemar cada día y, por otro lado, engordarían si se acompañan de materias grasas. Sin embargo, una mezcla de hidratos con proteína de origen animal magra no tendría ese efecto engordante. Y para completar ese 20% de proteínas sería preciso la ingesta de esas proteínas animales que no necesariamente tendría que ser a base de carnes de primera calidad, ya que un cacho carne de perro lleno de nervios alimenta lo mismo que un solomillo de ternera. Otra cosa es que el solomillo sea más gratificante de comer, como es lógico. Y no olvidemos el pescado al que los romanos eran tan aficionados y que se consumía tanto fresco como salazonado en grandes cantidades, tanto de mar como de río (tenían adoración por los barbos, por poner un ejemplo).

5. Los cuidados médicos

Completo instrumental médico hallado en Pompeya
Las escuelas de gladiadores disponían de médicos no solo para cuidar de los enfermos y heridos en los combates, sino también para ayudarles a restablecerse de dichas heridas o fracturas a base de fisioterapia y, naturalmente, para cuestiones como la dieta más aconsejable. Hay que tener en cuenta, y esto lo he repetido bastante, que un gladiador era una inversión como hoy lo es un caballo de carreras. Eran hombres que costaban mucho dinero tanto su compra como su entrenamiento y manutención. Por ello, cuantos más combates ganaran más se elevaba su precio a la hora de alquilarlo o venderlo a un EDITOR o a otro LANISTA. Por esa misma razón, los aspectos alimenticios eran tenidos muy en cuenta ya que un hombre sano y bien alimentado ofrecería un espectáculo más apetecible que un gordo medio derrengado y agotado a los dos minutos de iniciar la pelea y que tendría muchas más probabilidades de contraer enfermedades que limitaran su vida útil. Por cierto y a modo de curiosidad, el mismo Galeno se dedicaba también a atender las escuelas de gladiadores. Viviendo como vivía en Pérgamo, igual se acercaba a Éfeso a atender las escuelas de dicha ciudad. 

6. Las representaciones artísticas

En la infinidad de mosaicos, estatuas, frescos y grafitis donde aparecen gladiadores, solo en uno he visto a un tipo gordo. En el resto solo vemos hombres de aspecto atlético; no cachas de esos que hoy están tan de moda y que aparecen en los anuncios de calzoncillos, con abdominales de tableta de chocolate, pero sí hombres de anchas espaldas, pechos poderosos y miembros robustos. En definitiva, aspecto de luchadores, no de morsas que apenas se pueden mover. En el mosaico de la derecha tenemos a varios gladiadores de aspecto normal salvo el orondo retiario que aparece a la izquierda de la imagen. Contrasta bastante con el que lleva el nombre de ASTICIVS, también retiario y que tiene una pinta de cachas bastante aparente. Pero, además, resulta extraño ver a un retiario mantecoso cuando eran precisamente los gladiadores más ágiles, que basaban su táctica de combate en agotar al adversario más pesadamente armado. El del mosaico solo tendría que dejarse caer encima del SECVTOR con el que luchaba para chafarlo.

7. En la arena

Dos luchadores de pancracio y bastante cachas
por cierto
Al hilo del punto anterior, ¿qué espectáculo ofrecerían dos hombres con 20 kilos extra en el cuerpo jadeando literalmente agotados a los pocos minutos de iniciar la pelea? Y si encima se enfrenta uno fibroso y delgado contra un gordo sería ya patético, viendo al canijo brincar y esquivar todos los golpes propinados torpemente por el mantecoso. En un oficio en el que la fuerza, la agilidad y los reflejos eran la base para salir vivos no tenían lugar hombres con un sobrepeso que les aminorase las dos cualidades enumeradas en segundo lugar. El tal Großschmidt sugiere en tono jocoso algo así como "me la pela que me hieran porque total, solo me han fileteado las lorzas, que queda molón de cara al público, y yo apenas siento dolor". Ya, pero...¿y las infecciones? Una infección se presenta tanto si te cortan el músculo como si te cortan 3 mm. de pellejo, así que es muy atrevido dar por sentado que a un gladiador le importaba poco ser herido aún sabiendo que su colchón de manteca le protegía. 

8. Así pues, ¿qué comerían?

Pues a mi entender debían seguir una dieta bastante equilibrada para su oficio. Podría muy bien ser similar a la del ejército, en la que se combinaban el pan con las legumbres y la carne a fin de disponer de las suficientes calorías para mantener su ritmo de trabajo y, por otro lado, de las proteínas necesarias para conservar y/o aumentar la masa muscular. Un  legionario no tenía que estar cachas, sino fuerte. Un gladiador no solo debía estar fuerte, sino también cachas para, como se ha dicho, ofrecer al público un aspecto imponente. Así mismo podrían consumir la polentas a las que eran tan aficionados en Roma, huevos cocidos, quesos y/o leche y regarlo todo con vino aguado. Un hombre que medía entre 1,70 y 1,80 (las medidas de los esqueletos que se han encontrado) siguiendo una dieta exclusivamente vegetariana no creo que durase mucho en la arena a la hora de enfrentarse a un bicharraco de 90 kilos de músculo y toneladas de mala leche. Si era por falta de peso es que carecía de masa muscular, o sea, sería un canijo que barrerían de un sopapo en dos segundos. Y si estaba como un tonel lo mismo, pero de dos sopapos. 

El mismo Flavio Vegecio, en su EPITOMA REI MILITARIS ya indicaba la impronta ideal de un legionario romano:

"...cuello recto, pecho ancho, hombros musculosos, fuertes brazos... las nalgas delgadas, y que las pantorrillas y pies no estén hinchados por la grasa de sobra sino firmes y con los músculos duros."

Esa debía ser de forma aproximada la fisonomía de un gladiador. O sea, más o menos lo que vemos en la imagen inferior:



Bueno, pues eso.

Hale, he dicho

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