sábado, 18 de enero de 2014

Sturmtruppen, la élite de las trincheras 1ª parte



Una sección de tropas de asalto en 1915. Obsérvense los dos soldados literalmente forrados de granadas de mano
y los escudos de trinchera que portan tres de ellos

Para los aficionados a estos temas bélicos, el término Sturmtruppen (tropas de asalto) tiene unas connotaciones especiales. Desde su creación, sus acciones fueron un verdadero quebradero de cabeza para los aliados los cuales tuvieron que sufrir en sus propias carnes la ferocidad y la destreza de estos selectos combatientes. Veamos cual fue su historia...

Infantería avanzando a rastras. Obsérvense los
escudos de trinchera que empujan ante ellos.
En 1915, los estrategas germanos ya tenían clara una cosa, y es que la guerra de trincheras no solo suponía un número de bajas intolerable, sino que la artillería y las ametralladoras habían logrado inmovilizar a ambos bandos en sus posiciones. Los frentes se habían convertido en líneas estáticas en los que cientos de miles de hombres se habían tenido que enterrar para mantenerse relativamente a salvo y, lo que era peor, los intentos por avanzar se convertían en dantescas masacres de forma que una penetración de apenas unos centenares de metros en territorio enemigo tenía un precio inasumible en bajas propias.

El final de la vida en las trincheras para cientos
de miles de hombres
Tras estudiar con precisión germánica como dar un vuelco a aquella sangría, los cerebros pensantes del Estado Mayor llegaron a la conclusión de que lo primero que había que hacer era ver la forma de explotar de forma exitosa los avances llevados a cabo en las ofensivas ya que, en muchos casos, fracasaban debido a la carencia de apoyo artillero cercano. Para tal fin, la empresa Krupp diseñó un cañón ligero de asalto de 37 mm. de calibre el cual sería emplazado en primera línea de combate, facilitando de ese modo el apoyo directo a las tropas atacantes. Así pues, se formó un batallón de zapadores compuesto por dos compañías equipadas con el cañón de marras al mando del mayor Kaslow. Este batallón, cuya denominación oficial era 18º Bon. de Zapadores, fue pronto rebautizado con el nombre de su comandante y llamado Strumabteilung Kaslow. Ese fue el germen que dio paso a los batallones de asalto que surgieron poco después.

El capitán Rohr
El batallón del mayor Kaslow no tuvo precisamente una actuación brillante ya que, en pocos meses, sufrió nada menos que un tercio de bajas. Sin embargo, la idea de potenciar una serie de unidades selectas destinadas a romper las líneas enemigas ya había cuajado en el ejército alemán, así que mandaron a Kaslow a hacer gárgaras y, en agosto de 1915, lo sustituyeron por un oficial procedente del elitista Regimiento de Fusileros de la Guardia el cual tenía las ideas muy claras y sabía como acometer la empresa de forma satisfactoria. El elegido era el capitán Wilhelm Rohr, un oficial con gran capacidad de liderazgo, inteligente y que en pocos meses organizó la que fue la primera unidad de tropas de asalto que, como era habitual, tomó su nombre: Sturmbataillon Rohr, el cual fue enviado a Verdún en febrero de 1916  a recibir su bautismo de fuego. A la vista de los resultados, el 23 de octubre de ese mismo año el general Ludendorff, impresionado por la eficacia de la unidad de Rohr, ordenó que cada división del ejército alemán debía contar con un batallón de asalto.


Pero la tropa, que por pasarlas putas en el frente y estar lejos de los lujosos salones de los estados mayores era más ágil a la hora de buscarse la vida en el asqueroso frente, ya habían adoptado por su cuenta las teorías del capitán Rohr incluso antes de que éste fuera puesto al frente del fallido batallón de Kaslow, formando pequeñas unidades de choque a nivel de sección o incluso pelotón para aplicar al enemigo golpes de mano y, aprovechando la noche, sembrar un poco de terror en las trincheras del adversario, que eso de tener al enemigo acojonado a todas horas siempre ha sido un buen método para minar la moral. Incluso en sus aliados austro-húngaros empezó a ser popular este tipo de unidad según podemos ver en la foto de la izquierda, que muestra un grupo de asalto. Obsérvense las mazas que portan varios de ellos, muy adecuadas para los feroces combates cuerpo a cuerpo en la estrechez de las trincheras.


Haciendo prácticas en el campo
de entrenamiento de Ollweiler
En todo caso, la orden de Ludendorff se puso en marcha inmediatamente, que para eso los teutones siempre han sido unos máquinas, y más en este caso que incluso el mismo príncipe heredero se mostró especialmente entusiasta con las ideas del capitán Rohr, así que se empezó a reclutar personal de entre las diversas unidades del ejército. Curiosamente, los mandos vieron en las nacientes Sturmtruppen una oportunidad magnífica para quitarse de encima a todos los elementos poco dados a respetar la disciplina prusiana, pero los criterios de selección eran implacables y solo se aceptaba en estas unidades especiales a los hombres que cumplieran los requisitos marcados. El perfil requerido era el de un hombre no mayor de 25 años y soltero, que eso de tener en casa esperando a la parienta y a los nenes restaba bríos al personal; debían ser física y mentalmente duros y correosos, atléticos, con una elevada moral y, sobre todo y por encima de todo, con unos niveles de agresividad adecuados para echarle cojones a la cosa. Y no eran moco de pavo estos requerimientos ya que, en muchas ocasiones, los germanos tuvieron grandes dificultades para cubrir las bajas que se iban produciendo. 


La imagen muestra un grupo entrenando en lo que podría ser una pista de entrenamiento moderna. En aquella
época, ninguna unidad de otros ejércitos practicaban de forma tan metódica y eficaz como las Sturmtruppen

Varios miembros del Sturmbataillon Rohr entrenando a un grupo
de soldados de infantería durante un descanso
El período de entrenamiento duraba cuatro infernales semanas durante las cuales se tenía al personal galopando y arrastrándose de sol a sol excepto un par de horas a mediodía para comer y descansar un poco. Se les adiestraba en el tiro con ametralladora, el lanzamiento de granadas y en avanzar sobre la tierra de nadie, aprovechando los embudos de las explosiones y lo abrupto del terreno para infiltrarse en las trincheras enemigas sin ser vistos ni oídos. Y, lo más importante, se les enseñaba a ocupar posiciones de forma implacablemente rápida, así como a reconquistar posiciones propias ocupadas por el enemigo. O sea, las Sturmtruppen estaban destinadas a abrir el paso a sus camaradas del ejército o bien a arreglar lo que estos habían hecho mal.  


Típico soldado de asalto
La diferencia principal entre un batallón de asalto y uno convencional radicaba, aparte del entrenamiento específico de sus componentes, en que los primeros eran unidades autónomas provistas de todo el armamento necesario para actuar sin necesidad de coordinarse con otras unidades. Así pues, cada uno de estos batallones estaba formado por cinco compañías de infantería o Sturmkompagnie, dos compañías de ametralladoras y una sección de lanzallamas. Para proporcionarles potencia de fuego tenían asignada una batería de artillería y una compañía de morteros de trinchera y hasta se les dotó de algo verdaderamente excepcional en el ejército alemán: transporte motorizado para poder acudir con la máxima presteza donde fueran requeridos. En cifras reales, la organización de un batallón de asalto era la siguiente:


  • Un cuartel general o plana mayor formado por 10 oficiales y 32 hombres
  • Cuatro compañías de asalto con 4 oficiales y 120 hombres
  • Dos compañías de ametralladoras compuestas cada una por 4 oficiales, 85 hombres y seis máquinas. A partir de 1917 se elevaron los efectivos a 135 hombres y 12 máquinas
  • Una sección de lanzallamas con entre cuatro y ocho lanzadores
  • Una batería de 76,2 mm. formada por entre 4 y 6 piezas servidas por 80 hombres
  • Una compañía de morteros con 8 piezas de 76 mm. servidas por 100 hombres mandados por dos oficiales

Como vemos, un ejército completo en miniatura. Por otro lado, no tuvo que pasar mucho tiempo para que la imagen del soldado de asalto se convirtiera en un verdadero icono para la población civil, y su peculiar apariencia con las dos bolsas de lona para granadas colgando a los costados, las rodilleras y coderas de cuero en sus uniformes, sus cuchillos de trinchera y sus rudimentarias armas para el cuerpo a cuerpo en el cinturón fueron el símbolo del auténtico héroe germánico. Sus enemigos les tomaron, más que respeto, verdadero miedo porque sus escabechinas nocturnas eran terroríficas, y lo último que quería un centinela era ver aparecer de repente entre la bruma a un germano con la siniestra silueta de su enorme casco y a punto de rebanarle el pescuezo o partirle la jeta de un mazazo.

Un ejemplo de las muchísimas postales que se editaron ensalzando a las tropas de asalto

Como colofón a esta primera parte, señalar que el mimo con que el alto mando trataba a estas unidades llegaba incluso a rebajar su tiempo de permanencia en primera línea y hasta a darles preferencia en temas alimentarios. En la foto de la derecha vemos una cocina de campaña repartiendo el rancho en primera línea, donde comer caliente era la excepción en vez de la norma salvo para las Sturmtruppen. En todo caso y si el fuego enemigo impedía a los furrieles acercar sus marmitas, siempre podían echar mano a las "raciones de hierro", que de hierro tenían poco, la verdad, ya que tan ferroso y germánico término era un eufemismo tras el que se escondía una ración de lo más birriosa: 250 gr. de bizcocho, 200 gr. de carne en conserva o tocino, 150 gr. de legumbres en conserva, 25 gr. de café y otros tantos de sal. Si había suerte, se distribuía la ración diaria de alcohol y tabaco: medio litro de cerveza y un cuarto de libro de vino o 125 ml. de brandy, ron o aguardiente. La de tabaco era de dos cigarros o 30 gr. de picadura. Obviamente, en aquellos tiempos no se preocupaban de morir de un cáncer de pulmón cuando podías morir a diario por un ataque agudo de metralla.

Bueno, vale de momento. En la próxima entrada se hablará del armamento, equipo y tácticas de estos ciudadanos tan aguerridos.

Hale, he dicho


El capitán Rohr ante el mismísimo kaiser. Al fondo a la izquierda de la imagen se ve un miembro de su unidad,
distinguible por las bolsas para granadas. A la derecha de la foto, con gorra de plato, el príncipe Guillermo, uno
de los principales valedores de Rohr. A su derecha, el general Ludendorff, que tuvo que admitir la eficacia de
las Sturmtruppen