martes, 8 de abril de 2014

El asedio de Masada, la Numancia judía



Masada, que debemos pronunciar acentuando la última A, significa "fortaleza" en hebreo. Corona una abrupta meseta enclavada en pleno desierto de Judea y fue testigo de uno de los más ominosos hechos de la Gran Revuelta Judía que sacudió aquella árida zona de Oriente Medio entre los años 66 y 73. Curiosamente, y a pesar de que el sitio es más feo y triste que una cripta mohosa, Masada fue inicialmente un palacio de verano mandado construir por Herodes el Grande entre 31 y 37 a.C. En honor a la verdad, ya había que tener ganas de irse de veraneo a un desierto abrumadoramente asqueroso, poblado solo por profetas con la azotea averiada, víboras y alacranes con la cola llena de veneno como para liquidar de un picotazo a un hipopótamo bien criado.

Las tropas romanas entran en triunfo portando
el fastuoso botín procedente del templo de Salomón
La historia del sitio de Masada comenzó en el año 70, cuando las tropas al mando de Tito Flavio Sabino Vespasiano se apoderaron del Jesuralén y saquearon la ciudad y el templo de Salomón tan concienzudamente que no se llevaron hasta las bombillas porque aún no las habían inventado, tras lo cual lo destruyeron y provocaron la huida de los defensores que pudieron sobrevivir a la masacre. Uno de ellos era un zelote llamado Eleazar ben Ya'ir, un sicario bastante aguerrido. Los sicarios eran una facción extremadamente fanática y violenta de los zelotes, nacionalistas judíos que dieron bastante guerra a los romanos. Eleazar huyó hacia Masada, donde se asentó con casi un millar de compatriotas  dispuesto a establecer allí una base de operaciones para seguir combatiendo a los odiados romanos. Pero estos no estaban por la labor de permitir que aquella provincia, que desde su conquista había sido fuente de conflictos políticos y revueltas de todo tipo, volviera a levantar cabeza. Así pues, tras el retorno a Roma de Tito Flavio, en el año 72 se hizo cargo del problema el legado Lucio Flavio Silva. 

Flavio Josefo
Las únicas referencias sobre el asedio se las debemos a Flavio Josefo, el cual narró los acontecimientos en su séptimo libro "DE BELLO JVDAICO" (Las Guerras Judías). Pero Josefo no vivió el asedio, así que tuvo que conformarse con recoger testimonios de militares romanos que formaron parte del ejército de Silva. Sin embargo, las excavaciones y los estudios realizados desde los años 60 a la actualidad han demostrado que algunos de los datos aportados por Josefo eran erróneos, así que intentaremos dilucidar lo mejor posible los hechos acontecidos durante el cerco.

Panorámica del palacio de Herodes,
situado a tres niveles
Masada era un complejo fortificado que contaba con un perímetro amurallado de unos 1.500 metros defendido por 38 torres. En su interior se levantaba un suntuoso palacio situado en el extremo norte de la meseta donde se yergue, así como otro palacio más en el lado oeste, baños y otras dependencias. Esta meseta tiene forma de rombo cuyo eje mayor, de 645 metros de longitud, está orientado en sentido norte-sur mientras que el eje menor, de 315 metros, lo está de este a oeste. Su lado menos abrupto es la ladera oeste que, con todo, es de por sí extremadamente difícil de salvar. Para acceder a la cumbre solo había un sendero denominado "Camino de la Serpiente", de algo más de 5 km. de longitud y de trazado bastante sinuoso y empinado. Así era, grosso modo, donde Eleazar ben Ya'ir y sus seguidores se refugiaron para proseguir con su guerra contra el implacable poder de Roma. En total, los habitantes de Masada ascendían a 967 personas, siendo combatientes apenas la mitad de ellos ya que el resto eran familiares de los mismos: mujeres, críos y viejos. Con todo, Masada disponía de enormes cisternas y de grandes almacenes que se preocuparon de aprovisionar para no verse limitados de recursos.

Los sicarios de ben Ya'ir eran como un tábano en aquel territorio ya que, además de hacer una guerra de guerrillas contra las tropas romanas, se dedicaban a rebanar los pescuezos de todo aquel judío que se aviniese a colaborar con los invasores. Así pues Silva no lo dudó ni un instante. Reunió un ejército compuesto por la X LEGIO  FRETENSIS y seis cohortes de AVXILIA y, en el invierno del 72, se puso en marcha para someter a aquellos belicosos judíos. En el mapa inferior podemos ver como distribuyó sus tropas alrededor de la meseta, cuya ladera este se erguía la friolera de 400 metros sobre el nivel del suelo.


En azul tenemos los seis campamentos de las cohortes de auxiliares, dispuestas como se ve a ambos lados de la meseta. En rojo aparecen los dos campamentos romanos ocupados por la X LEGIO. El que vemos en la parte inferior, que corresponde al lado oeste de la meseta, es donde Silva estableció el pretorio. En el mismo se acantonaron las cohortes I a la V. En el del lado opuesto estaban las cohortes VI a la X. El ejército romano sumaba un total de 9.000 efectivos aproximadamente, a los que habría que añadir un número indeterminado de prisioneros de guerra judíos llevados para las tareas en las que fuera preciso mano de obra, la primera de las cuales fue construir el muro que vemos marcado en verde en el mapa. Dicho muro, que los romanos solían construir con madera, tuvo que ser fabricado con piedra ante la escasez de vegetación de la zona. Le dieron una altura de unos tres metros y algo más de un km. de longitud, suficiente para impedir cualquier intento de salida o de atacar los campamentos distribuidos en la ladera. 

Fotograma de la mini-serie "Masada"emitida en
el año 1981. El que pueda, que la vea.
Describe el asedio de forma bastante decente.
A continuación, se desviaron los acueductos que llevaban agua a la fortaleza. Y no solo para privar de la misma a los defensores, sino para proveer a los más de 9.000 hombres que se licuaban bajo el aplastante sol de Judea. De hecho, la fuente más cercana se encontraba a más de 15 kilómetros de distancia, lo que obligaba a llevar a cabo un asedio lo más rápido posible. Con los sicarios bien provistos de agua y provisiones y ocupando una posición fortificada casi inexpugnable, a las tropas de Silva no les quedaba más remedio que actuar con rapidez o se verían obligados a levantar el cerco en no mucho tiempo. La solución la dieron los ingenieros militares que acompañaban al gobernador, los cuales no se achicaban ante una meseta así como así. Tras reconocer el terreno, optaron por aprovechar un saliente rocoso llamado el Risco Blanco, el cual sirvió de base para levantar sobre el mismo una empinada rampa sobre la que podrían desplazar una bastida. De ese modo, los prisioneros de guerra judíos tuvieron que ir transportando cientos y cientos de toneladas de tierra para ir dando forma a la rampa, la cual era reforzada por hiladas de troncos a fin de darle solidez al conjunto. Solo ver las dimensiones de la dichosa rampa puede dar una idea del monstruoso trabajo que debió suponer llevarla a cabo a base de capachos de esparto o carretillas y, encima, hostigados constantemente por los judíos desde la cima de su reducto. Las excavaciones llevadas a cabo en nuestros días han descubierto los troncos que usaron los romanos para compactar la rampa a medida que la construían.

Y, a medida que la rampa iba ganando altura, los ingenieros fabricaban una bastida provista de un ariete. En la parte superior emplazaron una sambuca y, sobre ese nivel, uno superior a modo de azotea en el que dispusieron balistas y escorpiones a fin de hostigar tanto a los defensores como para dañar en lo posible sus defensas. Para protegerla del fuego fue recubierta con chapas de hierro. Lo que no se sabe es qué sistema siguieron para salvar la acusada pendiente de 20º de inclinación y nada menos que 198 metros de longitud. Una teoría la vemos a la derecha, y no es otra cosa que una bastida provista de un mecanismo nivelador que se ve en su parte trasera. De ese modo, mientras la base se mantenía con la misma inclinación que la rampa, la torre podría ser nivelada y colocada verticalmente en todo momento ya que, de otro modo, volcaría hacia atrás. El otro método pudo ser construyendo la bastida en el comienzo de la rampa, de forma que todo el conjunto estuviese adaptado al grado de inclinación. Eso valdría si, al final de la rampa, no hubiera una plataforma horizontal, cosa que pudo haberse hecho para dar a la torre una base estable a la hora de hacer uso del ariete. En fin, que cada cual se quede con la teoría que mejor le cuadre, porque al día de hoy no podemos saber con certeza cual se usó.

Obviamente, Eleazar y sus sicarios no se dormían en los laureles. Al ver como construían la bastida y sabedores de que los romanos no se rendirían por penoso y largo que fuera el asedio, se dispusieron a preparar contra-medidas para aminorar los demoledores efectos del ariete. Para ello, construyeron tras la muralla un doble muro haciendo uso de las vigas de la techumbre del viejo palacio herodiano, rellenando el espacio entre ambos paramentos con tierra a fin de absorber los golpes de la cabeza de hierro del ariete. En el gráfico podemos ver una reconstrucción ideal del doble muro en base a los hallazgos realizados en las excavaciones que se han ido realizando. Al parecer, fueron necesarias unas 4.000 vigas para construirlo, las cuales salieron, como se ha dicho, del palacio de Herodes y de las dependencias que dispusieran de vigas del tamaño adecuado. Tras la muralla se apiló una primera barrera con las vigas colocadas perpendicularmente a la misma, dando al conjunto una altura total de unos 8 metros, de forma que superase unos dos metros la altura de la muralla para dificultar el lanzamiento de la sambuca. Tras esa primera barrera de hizo otra similar separada unos 5 metros de la misma, rellenando el espacio vacío con tierra y colocando troncos para darle más estabilidad al conjunto. El largo total de este doble muro debió ser de unos 20 ó 25 metros. Para fabricarlo hubo que derribar una galería que transcurría adosada a la muralla, tal como se aprecia en el gráfico en color marrón claro.

Cuando la bastida quedó terminada empezaron a subirla por la rampa sin más demora. Era la primavera del año 73, por lo que el asedio duraba ya más de un año que, dicho sea de paso, supuso un calvario para los romanos por las durísimas condiciones climatológicas y las privaciones de todo tipo. Tampoco se sabe con certeza de qué medios se valieron para ascender la mole de la bastida por una rampa tan empinada. Pudieron usar algún tipo de juegos de poleas y tornos, requerir la ayuda de animales de tiro o, simplemente, recurrir a la fuerza humana si bien dudo mucho que solo a fuerza de brazos se lograba tirar de una máquina que pesaría varias toneladas por una rampa de casi 200 metros de largo que salvaba una altura de algo más de 70 metros. En todo caso, usaran el método que usaran, la cosa es que la bastida, de unos 22 metros de altura según Josefo, fue colocada en su emplazamiento y el ariete empezó a batir las murallas mientras las balistas y escorpiones colocados en lo alto de la máquina disparaban constantemente.

VINEA
Pero el doble muro construido por los sicarios no solo absorbía perfectamente los golpes del ariete sino que, además, contribuían a apelmazar aún más el relleno de tierra. Las tropas de refresco que subían protegidos por una VINEA, una especie de túneles portátiles cubiertos por pieles crudas para impedir que fueran incendiados, relevaban a sus compañeros sin que el esfuerzo sirviera para nada. La muralla no cedía. Silva ordenó que se incendiaran las vigas del doble muro, orden que, según Josefo, se cumplió de inmediato en forma de una lluvia de antorchas que prendieron rápidamente en la reseca madera del palacio de Herodes. Por un momento la bastida corrió serio peligro ya que un repentino cambio en la dirección del viento llevó a las llamas a prender en la misma, pero el susto duró poco. El viento volvió a cambiar de dirección y el doble muro se vio poco a poco reducido a cenizas, lo que permitió abrir por fin una brecha en la muralla.

Así transcurrió todo el día y, al hacerse de noche, los romanos suspendieron el ataque para llevar a cabo el asalto final a la mañana siguiente a través de la brecha. Pero los judíos no estaban por la labor de rendirse y salir de allí convertidos en esclavos de los romanos o, lo que era peor, ver como ultrajaban a sus mujeres e hijas para luego pasarlos a cuchillo a todos. Y sabían de sobras que el medio millar escaso de combatientes no podrían contener ni dos minutos la avalancha de aguerridos legionarios que vomitaría sobre ellos la bastida. Así pues, Eleazar ben Ya'ir convocó a todo el mundo para decidir qué hacer. Al parecer, la reunión tuvo lugar en una dependencia adosada a la muralla oeste la cual había sido transformada en sinagoga y que podemos ver señalada con la flecha en la maqueta de la foto, muy cerca de la rampa. Eleazar convenció a su gente de que la única salida posible era inmolarse y dejar con un palmo de narices a los romanos. Al parecer, el personal lo tenía también bastante claro porque todos aceptaron sin dudar la propuesta de su líder.

Uno de los campamentos de las cohortes auxiliares.
En primer término se aprecian los restos del muro
de circunvalación 
La matanza se dispuso de la siguiente manera: cada hombre daría muerte a su familia y, cuando concluyeran, echarían a suertes quien mataba a quien entre los supervivientes, y así sucesivamente hasta que solo quedaría vivo un sicario, el cual fue el único defensor de Masada que se suicidó. Al despuntar el día, los legionarios que formaban parte de la primera oleada subieron hasta la brecha y penetraron en la fortaleza. Extrañados al no ver un solo defensor, no tardaron mucho en darse cuenta de lo que había ocurrido. Según narra Flavio Josefo, solo fueron encontradas con vida siete personas: dos mujeres y cinco críos, los cuales se habían escondido en una galería subterránea que daba acceso a una cisterna y que fueron los que contaron a los romanos lo que había ocurrido durante la noche. Los 960 judíos restantes habían pasado a mejor vida con tal de no verse bajo el yugo romano.

Con la caída de Masada se dio por concluida la revuelta judía y, tras estos acontecimientos, la fortaleza fue abandonada. En las excavaciones llevadas a cabo en los años 60 solo aparecieron los restos de 25 defensores, los cuales fueron depositados en una fosa común y enterrados con honores militares el 7 de julio de 1969.

Bueno, ya está.

Hale, he dicho