jueves, 15 de mayo de 2014

Cestros y tríbulos


Bueno, seguimos con las hondas. Las que trataremos hoy se diferencian de las convencionales más que en su morfología en los proyectiles que disparaban. Veamos pues...

El cestros fue un tipo de honda ideado por los griegos para disparar, en vez de los proyectiles habituales, unos dardos provistos de aletas tal como vemos en la imagen de la izquierda. Tanto Polibio como Tito Livio dan constancia de su existencia, proporcionando incluso sus medidas. Polibio en concreto nos dice que el dardo medía dos palmos de largo, uno para el asta y otro para una punta engarzada en el mismo mediante un cubo de enmangue. Para darle estabilidad llevaba tres estabilizadores de madera de abeto. Nos explica además que se disparaba de forma similar a las hondas convencionales y que, debido al peso del dardo, diez veces superior al de una flecha de arco, impactaba con gran energía en el blanco, produciendo serias heridas. Tito Livio nos da otras medidas: dos palmos romanos para el hierro (unos 15 cm.) y el medio codo (22 cm.) para el asta. 

La descripción que ambos historiadores nos dan del cestros también difiere. La de la izquierda correspondería a la de Tito Livio, la cual consta de una lazada para el dedo índice, otra para pasar la parte trasera del dardo y una bolsa de cuero donde apoya la punta del mismo. La de la derecha es la descrita por Polibio, que decía que los brazos de la honda eran desiguales, siendo uno más largo que el otro por las razones que veremos a continuación, teniendo solo la lazada del índice y la que sujeta el dardo que, en este caso, está situado en el extremo de la cuerda.

A la derecha tenemos las dos formas de colocar el dardo conforme a las hondas mostradas. En primer lugar aparece la descrita por Tito Livio. Como vemos, el astil pasa por la lazada y la punta está apoyada en la cesta de cuero. Al parecer y conforme a pruebas que se han hecho, era vital que el dardo mantuviera un determinado ángulo respecto al suelo para que la salida del mismo fuera satisfactoria. Para ello, tal como se aprecia en el dibujo, el tramo de cuerda desde el cesto a la mano y desde la lazada a la mano son diferentes. De esa forma se lograba el citado ángulo sin necesidad de tener que andar regulando la cuerda a cada disparo. En el otro dibujo aparece la descripción dada por Polibio que, básicamente, es similar a la anterior con la diferencia de que la parte delantera del dardo queda simplemente apoyada en la cuerda. 

La forma de lanzar venía a ser como se muestra en el gráfico de la derecha. Tras dar un único volteo horizontal de derecha a izquierda que hacía pasar la honda por encima de la cabeza, se soltaba la misma haciendo salir despedido el dardo "... zumbando como un proyectil de plomo", según indica Tito Livio. De ello cabe suponer que, en efecto, su potencia era más que notable. El cestros estuvo en uso por griegos y macedonios durante mucho tiempo, siendo abandonado hacia los últimos años del siglo I a.C. y no habiendo constancia de que fuera usado por los romanos si bien es posible que sí hicieran uso del mismo tropas auxiliares.

En cuanto a los tríbulos, eran unos abrojos como el que aparece en el dibujo de la derecha. Se trataba de unas bolas de madera provistas de cuatro largas y aguzadas puntas a la manera de los abrojos que, cayeran como cayeran en el suelo, siempre quedaba una mirando hacia arriba. No da noticia de estos objetos Dionisio de Halicarnaso haciendo referencia a la guerra que mantuvieron los romanos contra los habitantes de Tarento. En un momento de la batalla, cuando la caballería enemiga avanzaba contra ellos, les dispararon "...lanzadores de piedras y honderos lanzadores de tríbulos". Los tríbulos eran especialmente efectivos contra los cascos de los caballos, de forma que lanzando andanadas de los mismos ante la caballería enemiga podían deshacer una carga sin problema. Vegecio explicaba que los reyes Antíoco y Mitrídates usaban tríbulos contra las cuádrigas falcatadas enemigas, siendo lanzados por honderos ante los caballos.

Aunque los abrojos como tales siguen en uso hoy día, estos que nos ocupan tenían la particularidad de que no se sembraban a mano en fosos o zonas del campo de batalla, sino que eran lanzados a voluntad donde y cuando se consideraba oportuno. La honda que lo lanzaba parece ser era convencional, con un cesto adaptado a la morfología de los tríbulos. Hay una ilustración de Leonardo da Vinci en la que aparece una de ellas, pero se presta a confusión ya que parece que el tríbulo erizado de púas que sujeta la honda va provisto de una anilla. En cualquier caso, hay constancia de su uso en Castilla, concretamente en la batalla de las Navas (1212), en donde el obispo don Rodrigo dice que "... al pasar las bestias convenía que se mancasen de todos cuatro pies, porque tantos eran los abrojos que tres o cuatro entraban en las uñas de las bestias...".

Bueno, con esto queda explicado. Si algún intrépido lector se anima a fabricarse uno de estos chismes, será muy interesante que nos narre sus experiencias... si sale vivo del brete, naturalmente.

En fin, ya está.

Hale, he dicho...