sábado, 9 de enero de 2016

El hocino galés


Tiempo ha que no dedico ninguna entrada al armamento medieval así que, aprovechando que comenzamos un nuevo año y que el Pisuerga pasa por Valladolid, hablaremos de una peculiar arma enastada denominada en la lengua de los habitantes de la brumosa Albión como Welsh bill, que podemos traducir como podón u hocino de Gales. A la derecha vemos un ejemplar del mismo que nos permite corroborar que, en efecto, se trata de un arma un poco rarita cuya finalidad no parece estar muy clara a la vista de su extraña morfología. 

Bien, en primer lugar debemos especificar que se trata de un arma de la familia de las hoces, de donde derivan multitud de armas medievales surgidas de la transformación de herramientas agrícolas que, con el paso del tiempo, fueron progresivamente modificadas para obtener de ellas el máximo rendimiento, eufemismo este con el que evitamos decir que, con dichas modificaciones, mataban más y mejor al prójimo.


El origen de esta familia de armas es muy antiguo. De hecho, provienen del SECVRIS romano, una podadera que, a pesar de haber pasado más de veinte siglos, sigue conservando su misma morfología aunque actualmente las denominamos como hocinos o podones. A la izquierda podemos ver una reconstrucción de uno de ellos hallado en unas excavaciones llevadas a cabo en Jerusalén y datado entre finales del siglo I y el siglo IV d.C. Como vemos, era un arma muy básica provista de un mango corto embutido en un rudimentario cubo de enmangue. Estas herramientas estaban destinadas a la poda de árboles, y aún siguen apareciendo en los catálogos de los fabricantes de aperos de este tipo. Por cierto que una de las armas derivadas del SECVRIS es el hocino de guerra, al que en su día ya se dedicó una entrada.


Ejemplar conservado en
el Higgins Armory Museum
(Worcester, Massachusetts)
Volviendo a la protagonista de hoy, no se sabe cuándo entró en escena ni el motivo de adoptar ese aspecto de antena multiusos. De hecho, ni siquiera he sido capaz de dar con una sola representación gráfica de la época mientras que, sin embargo, en las mismas aparecen todo tipo de armas enastadas incluyendo horcas y guadañas de guerra, que eran menos comunes. En todo caso, es evidente que su hoja principal estaba destinada a enganchar al enemigo, mientras que la pica serviría para hincarla con saña una vez derribado. En cuanto al pequeño peto que aparece en la parte superior, pues queda al arbitrio de cada cual imaginar para qué puñetas servía. En lo que a mí respecta, era un gancho destinado a atrapar delincuentes en plena huida si nos atenemos a la teoría que podremos leer más abajo. No obstante, un tal George Silver, muy conocido en su época como un experto en el uso de armas de todo tipo, editó en 1599 una obra titulada Paradoxes of Defense en la que dejaba muy claro que el hocino galés "...tiene ventaja contra todo tipo de arma sea la que sea". Pero, a la vista de los términos en que se explica en su obra, da la impresión de que la calificaba de ese modo bajo la perspectiva de un arma destinada más bien a la práctica de artes marciales o esgrima que a la guerra. De hecho, a pesar de su rotunda afirmación, a continuación reconoce que otras tipologías de armas enastadas eran más efectivas en el campo de batalla, especialmente contra la caballería. Por cierto que Silver denomina a esta arma como Welsh hook o forest bill, o sea, garfio galés o podón de bosque, denominación esta última que creo desvela claramente su procedencia. 


Ejemplar conservado en
el Metropolitan Museum
de Nueva York
Pero la opinión de autores modernos como John Waldman difieren bastante de la de Silver ya que cuestionan el uso y la misma eficacia bélica de esta arma. De hecho, es más que evidente que la pica no debía ser especialmente resistente a la hora de acometer a un enemigo armado de punta en blanco, y la escasa masa de la hoja no podría aportar la contundencia de otro tipo de armas de la misma familia, como la bisarma, o las temibles alabardas. Por esa razón, y a pesar de que se sabe que Ricardo III ordenó la fabricación de un gran número de hocinos galeses en 1493, se da como válida la teoría de Claude Blair, publicada en un artículo en The Journal of The Arms and Armour Society en 1999, que afirma que estas armas no estaban destinadas a un uso militar, sino más bien policial en manos de guardias urbanos, quizás como símbolo de su estatus aparte de su utilidad como arma contra gente desprovista de armamento defensivo. De ahí el posible uso del gancho superior mencionado anteriormente, muy útil a la hora de echar le el guante a un caco que galopaba como un galgo con los guardias tras él. Esta teoría creo que se sustenta, aparte de por la más que evidente fragilidad del arma, por el hecho ya mencionado de que no aparece en las representaciones gráficas de la época. Cabe pues suponer que, ciertamente, fue destinada a armar a los guardias de las ciudades ya que, cuestiones de solidez aparte, salta a la vista que el aspecto de estas armas era asaz intimidatorio.


En cuanto a su proceso de elaboración, era bastante simple, y cualquier herrero podía fabricar uno sin ningún problema. Según vemos en el gráfico de la derecha, la hoja y el cubo de enmangue se obtenían de una sola pieza. Una vez terminada, la parte correspondiente al cubo se enrollaba sobre sí misma, quedando soldadas las dos solapas que vemos al final de la pieza y quedando un hueco o acanaladura longitudinal desde la anilla final obtenida por la unión de ambas solapas hasta el comienzo de la hoja. Luego se añadía la pica, soldándola mediante caldeo. Por último se le colocaba un asta de entre 150 y 180 centímetros de longitud que se podía asegurar mediante un remache pasante o un simple clavo. Este tipo de enmangue con la acanaladura longitudinal era por cierto típico en las armas derivadas de los hocinos por ser el método tradicional de fabricación de estas herramientas.

En fin, poco o nada más resta por detallar. Como nadie apioló a ningún personaje famoso con una de estas armas o se decidió ninguna batalla gracias a ella, pues lo que las ha salvado del pozo del olvido son los escasos ejemplares que se conservan. 

Hale, he dicho








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