jueves, 2 de junio de 2016

¿Quiénes mandaban en una legión? Los rangos del ejército romano 1ª parte


Legión romana desplegada con todos sus efectivos y mandos según una recreación de Peter Connolly

Para trajinarse a la chica había que ser tribuno sí o sí.
Películas como "Quo Vadis", muy populares en su día,
contribuyeron a crear estereotipos erróneos sobre el
ejército romano y sus mandos
Todos hemos oído mogollón de veces términos como centurión o tribuno, este último bastante popularizado en las pelis de romanos de antaño porque el héroe guaperas siempre ostentaba este rango. Sin embargo, la escala de mandos de una legión era algo más compleja, y contaba con una jerarquía perfectamente definida porque, las cosas como son, si no manda nadie sobre una tropa esta se torna disoluta, pasan de morir como héroes, no dan un palo al agua y, lo que es peor, se largan a toda velocidad del campo de batalla en cuanto el enemigo se pone en plan borde. Así pues, quizás convendría estudiar con detenimiento quiénes eran los que mandaban en una legión ya que, posiblemente, muchos desconozcan ciertos aspectos muy significativos dentro de cada graduación que  eran más importantes de lo que solemos imaginar.

Ante todo, hay que diferenciar entre los mandos profesionales propiamente dicho, o sea, los que servían en el ejército partiendo de simples legionarios y que ascendían poco a poco, y los pertenecientes a las clases sociales superiores, senadores y EQVITES, que servían de modo eventual bien por orden del senado o del césar, o bien como punto de partida para su carrera política. De hecho, nadie que tuviese in mente medrar como político podría plantearse hacerlo sin haber prestado una suerte de servicio militar si bien, por meras cuestiones de tipo social, lo hacían como oficiales de la misma forma que hasta no hace muchos años en el ejército español los estudiantes cumplían sus deberes patrios en las denominadas Milicias Universitarias como alféreces. O sea, jóvenes con un nivel de estudios superior a los de la tropa pero cuyos conocimientos militares eran mínimos tras un curso acelerado de tres meses. Sea como fuere, el escalafón que estudiaremos será el que más tiempo estuvo vigente tras la reforma llevada a cabo por Gaio Mario, cuando el legionario comenzó a dejar de ser un ciudadano que es llamado a las armas para convertirse en un soldado a sueldo del estado, y que nos resultará válido para una legión tanto de finales de la República como de tiempos de Trajano. Dicho esto, comencemos por orden jerárquico:

LEGADO

Estatua de César con la indumentaria
de un LEGATVS
El legado, LEGATVS en latín, era el comandante de la legión. Antes de la guerra civil entre Mario y Sila, el mando de las legiones se encomendaba a los dos cónsules que gobernaban junto al senado la República durante su año de mandato. Una vez que Sila se hizo con el poder prohibió a los cónsules abandonar Roma durante su período de gobierno, por lo que se otorgaba el mando de cada legión a un procónsul que lo ostentaba el tiempo que durase la campaña de turno. En las postrimerías de la República, el mando de cada legión no era ostentado por una persona en concreto, sino que era adjudicado a discreción por los gobernadores de las provincias donde cada legión estuviera acantonada. Por lo general, esto daba lugar a un acusado nepotismo ya que los gobernadores solían dar el cargo a sus parientes o amigos independientemente de que estuvieran verdaderamente capacitados para ejercer el mando de más de cinco mil hombres. No obstante, tanto en cuanto dichas legiones eran responsabilidad directa del gobernador colijo que no entregarían el mando de sus tropas a cualquier pelanas ya que, caso de que fueran aniquiladas, debería dar cuenta de ello a su regreso a Roma, y en aquellos tiempos no se andaban con tonterías con estas cosas y le podía costar a uno la cabeza. No es como ahora, que los políticos roban a su sabor o cometen tropelías sin cuento quedando impunes por sistema. Así pues, si un gobernador tenía a su cargo dos legiones era libre de designar a dos personas de su confianza como legados de las mismas durante un tiempo indeterminado en función de las necesidades de cada momento. De hecho, el término LEGATVS significa ayudante o delegado de un gobernador.

Este estado de cosas cambió con el advenimiento de la monarquía en tiempos de Augusto, cuando los legados eran elegidos personalmente por el emperador y destinados a servir en una legión determinada independientemente de estuviera jerárquicamente bajo el mando del gobernador de la provincia donde serían destinados. Este legado, perteneciente al orden senatorial, solía elegirse entre los posibles candidatos que tenían alrededor de los 30 años, y se miraba que tuviera la suficiente capacidad tanto a nivel militar como administrativo para desempeñar el cargo con eficacia. La duración de su mandato dependía de la voluntad del emperador si bien por lo general solía utilizarse como trampolín para la carrera política del senador en cuestión, o bien para favorecer a los pelotas, cuñados y demás parientes y afectos del césar. Como se ha dicho, se daba por sentado que el elegido debía tener conocimientos militares adecuados si bien no debían llevar a cabo ningún tipo de entrenamiento ya que se daba por sentado que él mismo se habría preocupado de ir acaparando los conocimientos necesarios mediante la lectura de obras sobre temas bélicos. Según Cicerón, un legado debía tener las siguientes cualidades: conocimientos militares, valor, autoridad y buena suerte. Está de más decir que esta serie de factores no se solían dar todos juntos. 

En cuanto a la indumentaria de los legados, era totalmente diferente a la de la tropa profesional. Empezando por abajo, vemos que usa unos CALCEI en vez de las típicas CALIGÆ ya que era el calzado propio de su rango. La coraza era del tipo musculado, fabricada de bronce o cuero hervido, la cual va ceñida por una cinta púrpura, color de su estatus senatorial. Con este tipo de coraza no se usaba el típico BALTEVS militar, sino dos hileras de PTERVGES rematadas con flecos. Se cubre con un PALVDAMENTVM rojo que, por norma, era fijado mediante una fíbula al hombro derecho para pasarla por el brazo izquierdo de la misma forma que se hacía con la toga. El yelmo que usaban era el tipo ático como los que vemos en el altorrelieve superior.

TRIBUNOS

Los tribunos formaban parte, como ya se anticipó, de los rangos semiprofesionales de una legión. Cada una contaba con seis de ellos si bien con diferentes grados de jerarquía. El de mayor rango era el TRIBVNVS LATICLAVIVS, un ciudadano de familia senatorial de entre 20 y 25 años que debía llevar a cabo un período de servicio militar antes de pasar a formar parte del senado e iniciar así su carrera política. Era, en teoría, el segundo al mando en una legión si bien por lo general, en ausencia del legado, solían delegar en el PRÆFECTVS CASTRORVM, un oficial profesional veterano del que hablaremos más tarde. Obviamente, si el tribuno se consideraba capacitado para detentar el mando era libre de hacerlo pero, en caso de ponerse las cosas verdaderamente chungas, lo más sensato era ceder el mando al prefecto, que era perro viejo y se las sabía todas.

Por debajo del TRIBVNVS LATICLAVIVS estaban cinco TRIBVNI ANGVSTICLAVII procedentes del orden ecuestre que, como su colega anterior, debían desempeñar un período de servicio de armas antes de buscarse la mamandurria política. Sin embargo, estos cinco tribunos no desempeñaban labores militares, sino más bien de tipo administrativo. Estos oficiales eran elegidos mediante comicios, la COMITIA CENTVRIATA, y su interés por salir elegidos obedecía, como se ha dicho, a usar el cargo como lanzadera a su carrera política. Ello suponía que ser tribuno militar no implicaba precisamente ser un tipo valeroso, sino solo que su venerable padre había untado manos a diestro y siniestro para comprar los votos que permitieran a su amado retoño salir elegido. De ahí que más de una vez se rajaran ante la inminencia de la batalla y tomaran las de Villadiego sin decir ni adiós. Obviamente, eso suponía no solo una deshonra bestial, sino el fin de su apenas iniciada carrera política, pero supondremos que eso les daba una higa con tal de no ver sus aristocráticas cabezas romanas colgando del arzón de la silla de un celta. En cuanto a su indumentaria, era básicamente la misma que la de los legados, tal como podemos ver en la ilustración superior.

PREFECTO DE CAMPO

El aspecto de un prefecto de campo era
el mismo que el de un centurión veterano
El PRÆFECTVS CASTRORVM era el tercero del escalafón, por detrás del legado y del TRIBVNVS LATICLAVIVS y por encima de los cinco TRIBVNI ANGVSTICLAVII. Este rango solo lo ostentaban militares profesionales, en este caso un PRIMVS PILVS que, al final de su carrera militar, se le concedía el mismo no solo por su evidente experiencia de más de 20 años de servicio, sino como una especie de recompensa honorífica ya que le permitía ascender al orden ecuestre, por lo que sus hijos podrían hacer carrera política y ser elegidos como tribunos militares. El prefecto de campo ejercía como comandante de la legión durante la ausencia de sus superiores directos, lo que podría suponer ejercer el mando durante largas temporadas en el caso de que el legado fuese también el gobernador de una provincia y los asuntos de tipo político y administrativo lo mantuviesen ocupado. En cuanto al tribuno, en cuanto terminaban sus obligaciones militares salían echando leches hacia Roma para contar sus batallitas y empezar su CVRSVS HONORVM. Por lo demás, el prefecto de campo era un hombre perfectamente capacitado para el desempeño de sus labores tanto militares como administrativas ya que sus sucesivos ascensos habían sido por méritos, o sea, que se las sabía todas. Con todo, era habitual que su rango lo ostentase pocos años, los últimos de su vida militar, tras lo cual se jubilaba, trincaba su pensión y se dedicaba a no dar un palo al agua, que bastante se lo había currado el hombre.

CENTURIONES

Ser centurión conllevaba muchas responsabilidades ya que, aparte de las
cuestiones meramente cuarteleras, a la hora de combatir no solo tenían que
ser un ejemplo para sus hombres, sino también mantener una disciplina
férrea e impedir que el personal diera media vuelta si las cosas se ponían feas
Es quizás el rango más conocido por todos, si bien su número y jerarquía dentro de cada legión ya no lo son tanto. Cada legión contaba con 59 centuriones que, en función de la cohorte en la que servían, eran de un rango superior o inferior. En tiempos de la República, los centuriones eran elegidos por los mismos legionarios si bien esa costumbre fue abolida posteriormente y la elección recayó en los legados, los cuales se regían por los méritos del personal. Obviamente, entre los méritos debían estar incluidos el peloteo, la untada de mano y demás corruptelas. No obstante, lo cierto es que, por lo general, los centuriones solían ser por norma sujetos muy cualificados y, sobre todo, capaces de imponer una disciplina férrea a su centuria ya que de ellos dependía el que las tropas funcionasen como una máquina bien engrasada.

Centurión dispuesto para el combate.
Sus armas eran las mismas que las
empleadas por los legionarios.
Para comprender mejor el sistema de ascensos debemos abrir un paréntesis para explicar la composición de una legión, que estaba formada a principios del siglo I d.C. por  10 cohortes, cada una de las cuales se componía a su vez de seis centurias de 80 hombres cada una, o sea, que cada cohorte tenía unos efectivos de 480 hombres salvo la 1ª, la COHORS PRIMA , la más importante, formada por cinco centurias dobles que elevaban la cantidad a unos 800 MILITES GREGARII. Ojo, el número de efectivos y cohortes fue variando a lo largo del tiempo, pero tomaremos esta distribución como la más significativa. Así pues, esto nos da 9 cohortes con seis centuriones, lo que hacen un total de 54, más las cinco centurias dobles de la primera cohorte que hacen un total de 59 centuriones incluyendo al de más elevado rango, el PRIMVS PILVS, la primera lanza, que era el más veterano de todos y que alcanzaba ese rango para disfrutarlo solo un año tras el cual se jubilaba o era ascendido a PRÆFECTVS CASTRORVM. 



Pero los centuriones no recibían ese nombre sino que en función de la centuria y la cohorte donde servían eran denominados de una forma u otra. Así pues y considerando que las legiones se dividían según el tipo de tropas en HASTATVS, PRINCEPS y TRIARIVS, luego denominados como PILVS, los que estaban al mando de cada centuria según el tipo de unidad eran llamados, por ejemplo, HASTATVS PRIOR en el caso del más antiguo y HASTATVS POSTERIOR el más novato. Cuando iban ascendiendo pasaban a ser PRINCEPS y, si no la diñaban antes y acaparaban los méritos necesarios, llegaban a ser PILVS o, con aún más suerte, a mandar las centurias de la COHORS PRIMA, cuyos centuriones superaban en rango a sus colegas de las otras cohortes. Estos oficiales, denominados PRIMI ORDINES (de primer orden), eran de menor a mayor rango el HASTATVS POSTERIORPRINCEPS POSTERIOR, HASTATVS, PRINCEPS y, finalmente, el PRIMVS PILVS. 

El rango iba pues en función de servir en una centuria de HASTATI, PRINCEPS o PILVS y, finalmente, en la COHORS PRIMA. Por lo tanto, y para aclarar este pequeño embrollo, el primer ascenso a centurión que se lograba era el de DECIMVS HASTATVS POSTERIOR, o sea, el segundo centurión de la décima cohorte. Luego ascendería a primer centurión de esa misma unidad para, a continuación, convertirse en el segundo centurión de la novena cohorte y así hasta llegar a la primera, si es que llegaba, naturalmente. En resumidas cuentas, alcanzar el anhelado rango de PRIMVS PILVS suponía lograr 59 ascensos nada menos durante 24 años de servicio. En el vigésimo quinto estaría, como se ha dicho, disfrutando del rango máximo antes de largarse a su casa o ascender a prefecto de campo.

Y no era cosa baladí ser PRIMVS PILVS ya que, aunque el cuarto en la jerarquía de una legión tras el legado, el tribuno y el prefecto de campo, en muchas ocasiones era de facto el que, junto al anterior, cortaba el bacalao si el legado palmaba o estaba ocupado con otros asuntos. Además, la paga era enormemente sustanciosa si la comparamos con la de un legionario raso, pero del tema pecuniario ya hablaremos en mejor ocasión. En cuanto a la indumentaria de los centuriones, quizás sea la más conocida junto a la de los legionarios. Como yelmo usaba una GALEA convencional adornado con la CRISTA TRANSVERSA, un penacho transversal para poder ser identificado por su gente. El cuerpo lo protegían con una loriga de escamas o una cota de malla sobre las que se colocaban las PHALERÆ, torques y demás recompensas. Además, usaban grebas para protegerse las piernas. La espada la llevaban en el costado izquierdo, al revés que los legionarios, y en todo momento empuñaban el VITIS, el bastón de vid símbolo de su rango y con el que breaban a palos a los rebeldes, malsines, desocupados, ladrones y demás morralla militar.

Bueno, mañana proseguimos con la caballería y los rangos menores de la infantería.

Hale, he dicho

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