viernes, 12 de agosto de 2016

Curiosidades: Las bicicletas bélicas


Banda ciclista del ejército holandés durante la Gran Guerra. Ciertamente, tocar el tambor mientras se manejaba el manillar
debía ser algo digno de verdaderos acróbatas


Velocípedo de Karl von Drais, presentado en 1817. Al año siguiente llevó a
cabo una demostración en la que viajó desde Karlsruhe hasta Kehl en apenas
cuatro horas mientras que a pie suponía una caminata de unas quince. Dudo
que fuese tan rápido subiendo la cuesta de la Media Fanega
Las bicis son desde hace más de un siglo y medio un eficaz medio de transporte que, además, permite al personal ponerse en forma mientras se desplaza de un sitio a otro. Hoy día tenemos una verdadera plaga de ciclistas que, tras hacerse tropocientos kilómetros a pleno sol y verlos pasar con las jetas moradas como ciruelas, los vuelves a ver al cabo de un rato recuperando las calorías eliminadas en una venta poniéndose de grana y oro a base de zumo de cebada a -2º, lo cual es ciertamente paradójico. Pero la bicicleta, cuyo diseño ya plasmó el polifacético Leonardo da Vinci, además de su empleo como vehículo civil o para mero divertimento de nenes y padres de los nenes tuvo aplicaciones militares desde mucho antes de lo que imaginan. De hecho, si a cualquier cuñado sabihondo le preguntamos por este tema rápidamente nos responderá casi con seguridad lo que todos ya tenemos en el magín, y es que empezaron a usarse durante la Gran Guerra. ¿Quién no ha visto esas películas en las que una hilera de soldados pedalea briosamente mientras miran a la cámara en plan héroes invictos? Sin embargo, la cosa proviene de mucho tiempo atrás, así que dedicaremos esta entrada a dar cuenta de algunas curiosidades curiosas respecto a los inicios del uso militar de las bicicletas.

Dos correos del ejército francés posan ante sus bicicletas
durante la guerra franco-prusiana
1. La idea de utilizar las bicicletas como vehículos militares fue de los gabachos durante la guerra franco-prusiana de 1870-1871. La idea en sí era simplemente genial, ya que estos chismes tenían un potencial bélico tremendo: permitirían a un grupo de soldados acudir con presteza donde fuera preciso, no enfermaban ni precisaban ser alimentados, cosas ambas que sí ocurría con los caballos y, además, eran absolutamente silenciosas, lo que suponía poder aproximarse a los enemigos sin despertar sospechas en forma de relinchos o ruidos equinos similares. Pero los gabachos no contaron con un detalle que se les pasó por alto: las bicicletas de la época eran unos trastos pesados, engorrosos, nada manejables y francamente complicados de conducir campo a través, por lo que la idea acabó fracasando y los soldados ciclistas mandaron sus bicis al carajo ya que era absolutamente agotador pasearse de un lado a otro impulsando el peso del vehículo y, además, ir cargado con las armas, las municiones y demás bastimentos.

2. Las bicis usadas por el ejército francés tenían una rueda delantera enorme y la trasera diminuta. El motivo de esa desproporción se debía al diseño desarrollado por un tal Pierre Michaux, un probo ciudadano dotado para la mecánica y los inventos el cual tuvo la genial idea de poner pedales a las bicicletas allá por 1855. Porque, por si no lo saben, hasta aquel momento el impulso para desplazarse debía llevarse a cabo pateando el suelo de la misma forma que se avanzaba con el velocípedo de Drais, lo que además de incómodo y agotador suponía un gasto en suelas de zapatos que no compensaba el ir más rápido a costa de hacer ricos a los zapateros de la comarca echando medias suelas. Pero esos pedales estaban directamente conectados a la rueda, sin piñones ni cadenas que transmitiesen el movimiento del pedaleo por lo que, para poder obtener un desarrollo adecuado, fue preciso diseñar esas ruedas enormes ya que si lo hacía al revés habría que dar cuarenta pedaladas para avanzar dos metros. En el grabado superior tenemos un soldado francés cabalgando en una bicicleta modelo 1886 y, según podemos apreciar, una costalada desde lo alto de ese chisme podría ser más peligrosa que un balazo de un tedesco. En fin, no estuvieron muy acertados los gabachos en aquella ocasión.

3. Y es que el concepto adoptado por los franchutes no era el adecuado para el tipo de bicicleta disponible. Así pues, tuvieron que ser los italianos los que retomasen la idea para formar unidades de ciclistas equipados con bicicletas como Dios manda, con sus dos ruedas iguales y con los pedales conectados a la rueda trasera mediante una cadena. Estas unidades estuvieron dedicadas en principio a labores de enlace ya que, en un momento de la historia en que las comunicaciones aún eran verbales o por escrito, la posibilidad de acelerar dichas comunicaciones se mostró como algo totalmente revolucionario por razones obvias. Fue a partir de 1875 cuando Italia, cuya industria ciclista era la más avanzada de Europa, formó las unidades de mensajeros que cabalgaban sobre unas bicicletas que disponían de frenos, faros, un soporte para el fusil y una bolsa con capacidad para munición y demás útiles bélicos. Con tropas adecuadamente entrenadas, estas pesadas bicis podían circular campo a través a la escalofriante velocidad de 20 km/h., que evidentemente era mucho más de lo que corría un enlace. Pero los italianos lo tenían claro: con un entrenamiento adecuado, sus bersaglieri ciclistas podían dar mucha guerra, y hasta les diseñaron bicicletas plegables para que, en caso de necesidad, se pudieran transportar en la espalda. Y vaya si entrenaban. En la foto superior, tomada hacia 1910, podemos verlos trepando como gatos en postes y sogas, y justo es reconocer que hay que estar hecho un máquina para poder hacer eso con una pesada bicicleta colgando. Recordemos que aquellos trastos eran de acero, nada de fibra de carbono ni pijadas semejantes.

Bicicleta diseñada por el ejército yankee que, como vemos, iba equipada con
una ametralladora Colt. El invento tuvo menos éxito que una peletería en el
desierto de Sáhara aunque muchos pensaron que eso de disparar pedaleando
debía ser una gozada.
4. A partir del ejemplo italiano, el desarrollo de la bicicleta como vehículo militar fue imparable, y surgieron cantidad de diseños que, con mayor o menor fortuna, dejaron claro que eso de poder prescindir de animales para el transporte humano y crear modelos específicos para multitud de usos bélicos era una idea genial. Así, se diseñaron triciclos y cuatriciclos destinados a actuar como plataformas móviles de armamento, especialmente de ametralladoras o cañones de pequeño calibre. Sin embargo, no tuvieron aceptación porque el peso de las máquinas, más de doce o quince kilos en aquellos tiempos, más la munición las hacía impracticables en situaciones reales de combate. También se diseñaron bicicletas camillas, si bien estas solo podían transportar heridos por caminos en un estado razonablemente bueno. Otros llegaron a diseñar bicicletas que, agrupadas por parejas y provistas de unas ruedas especiales, podían circular por las vías férreas, obviamente si no venía un tren de cara. 

5. Como toda persona que haya circulado en bicicleta deberá saber, las ruedas macizas empleadas en los primeros tiempos de la bicicleta como complemento bélico eran una pesadilla. Ralentizaban el avance, hacían más pesado pedalear y los espinazos del personal acusaban cada piedrecita que pisaban en el camino, para no hablar de si pillaban un bache. La idea de proveer las bicicletas- y todo tipo de vehículos años más tarde- de neumáticos con cámara de aire fue de un veterinario escocés afincado en Belfast cuyo apellido es sobradamente conocido: John Boyd Dunlop. El invento, que salió al mercado en 1888, supuso un punto de inflexión en el empleo militar de las bicicletas ya que el neumático inflable no solo proporcionaba un mayor confort de marcha, sino también una mayor movilidad cuando se circulaba campo a través, requiriendo para ello menos esfuerzo que con las ruedas de goma maciza. A la derecha vemos un cartel de propaganda de la firma en el que se ve a un soldado británico (Dios maldiga a Nelson) muy sonriente con los dos neumáticos de su bici, la cual está hecha pedazos en el suelo tras un hipotético accidente. El eslogan inferior dice que solo han quedado él y los Dunlops.

5. El ejército yankee también se unió a la impetuosa corriente creativa desplegada en Europa. En 1892, una tropa de inventores se puso en marcha para diseñar virguerías de todo tipo para demostrar a los ingenieros del Viejo Mundo que ellos también sabían idear cosas chulas, si bien con escaso éxito. De entre la multitud de diseños fallidos como la bici-ametralladora que vimos más arriba mostramos una que iba provista de una sombrilla. La idea no solo estaba encaminada a proteger del sol al conductor, sino para usarla como vela. Si el viento era favorable, bastaba girarla 90º tal como vemos en el gráfico de la derecha para poder aprovechar su energía y, como si fuese un barco terrestre, poder circular cómodamente sin necesidad de pedalear o, en el peor de los casos, hacerlo con mucho menos esfuerzo. Sin embargo, la escasa manejabilidad de la sombrilla-vela, así como la imposibilidad de poder orientarla de forma precisa para recoger el aire, convirtieron este chisme en un verdadero peligro para sus usuarios. Pronto se dieron cuenta de que una fuerte ráfaga, o bien un repentino cambio de dirección del viento, podían, y de hecho lo hacían, enviar al sufrido ciclista al suelo. Y lo chungo era que si le pillaba en terreno accidentado o circulando por una pasarela podría terminar descalabrado en el fondo de un barranco o ahogado en un río. En fin, que inventos hubo cientos, pero al final todo el mundo acabó montado en una bicicleta cuyo equipamiento se limitaba a lo sumo a un soporte para el fusil y un macuto para llevar con más comodidad parte del equipo.

Soldados del 25º Cuerpo de Infantería Ciclista
6. Curiosamente, la primera unidad ciclista del ejército yankee estaba nutrida exclusivamente por negros. Se trataba del 25º Cuerpo de Infantería Ciclista, creado en 1896 en Fort Missolua, Montana, por el mayor general Nelson Miles y puesto bajo el mando del 2º teniente James Moss, que era el único blanco de toda la unidad. Su primera acción tuvo lugar tras la breve y traicionera guerra de Cuba, cuando los yankees se apoderaron de la isla haciendo creer a los cubanos que se limitarían a ayudarlos a separarse de España para luego volverse a casita como si tal cosa. Dicha ocupación dio lugar a multitud de disturbios, especialmente en La Habana. Para ayudar a sofocarlos fue enviada la unidad ciclista del teniente Moss, que con sus bicis se podían desplazar rápidamente de un sitio a otro para meter en cintura a los atribulados cubanos.

Compañía ciclista del ejército alemán
7. Cuando estalló la Gran Guerra, las bicicletas estaban ya totalmente integradas en los ejércitos en liza. Tras probar mogollón de inventos absurdos, al final se aplacó el afán creativo y todo el mundo aceptó las bicis como lo que eran: unos eficaces y económicos vehículos ligeros que permitían mover rápidamente a pequeños grupos donde su presencia fuese necesaria, desplegarlas y retirarlas con la finalidad de dar contundentes golpes de mano al enemigo y emplearlas como vehículo para exploración, correos y enlaces. Cuando los british cruzaron el canal lo hicieron acompañados de nada menos que cien mil bicicletas, mientras que los gabachos disponían de un número similar. No obstante, los tedescos, con su proverbial sentido práctico, ya habían puesto en servicio 250.000 bicicletas que dieron más de un quebradero de cabeza a sus enemigos ya que se movían como moscas cojoneras por el frente, y aprovechando su movilidad y su silencioso avance se presentaban de repente donde menos los esperaban, produciendo una escandalosa escaramuza y largándose a toda leche, dejando al personal con un palmo de narices mientras contaban sus bajas. Y a esto, añadir las unidades ciclistas de los yankees, cuya fuerza expedicionaria se presentó en el frente con 29.000 bicis destinadas específicamente a misiones de reconocimiento, enlace y transporte ligero.

Ciclistas del ejército belga
8. La primera acción de guerra llevada a cabo por una unidad ciclista tuvo lugar a comienzos del conflicto, concretamente a finales de septiembre de 1914. Dicha unidad pertenecía al ejército belga, y fue creada de forma totalmente improvisada por un comandante con efectivos a nivel de batallón. Dicha unidad estaba compuesta por siete grupos de unos 100 voluntarios cada uno bajo el mando de dos oficiales más un pequeño destacamento especializado en demoliciones. Esta unidad llevó a cabo una serie de infiltraciones tras las líneas alemanas entre el 25 de septiembre y el 9 de octubre, centrándose sobre todo en la destrucción de vías férreas y nudos ferroviarios con bastante éxito. Solo uno de estos grupos llegó a sufrir bajas importantes cuando, en plena acción de reconocimiento de la retaguardia alemana, se toparon con una unidad de infantería con la que se enfrentaron, teniendo lugar una refriega que les costó 60 muertos. No obstante, lograron volar los dos extremos del túnel ferroviario de la línea Bruselas-Mons antes de largarse de vuelta a sus líneas.

Bueno, va siendo la sacrosanta hora del aperitivo, así que me piro prestamente a gratificarme como es debido porque me lo merezco, qué carajo.

Hale, he dicho

Curiosa colección de fotos realizada por la firma Clément-Gladiator para promocionar su bicicleta plegable modelo 1896.
Como vemos, no solo su apariencia es ya prácticamente la misma que la de las bicis modernas, sino que el mecanismo de
plegado era una cosa corriente ya que desde el último cuarto del siglo XIX estaba perfectamente desarrollado

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